Peliculas

CRONICA DE UNA FUGA

De: Israel Caetano

PARA LA LIBERTAD

Una respuesta posible es que el transcurso del tiempo era una condición necesaria para que el cine pudiera acercarse a esta historia de la forma correcta, con el tono justo entre el discurso político y el lenguaje cinematográfico. La elección de un nombre como el de Israel Adrián Caetano para dirigirla se encolumna en la misma dirección. Crónica de una fuga es una película que, como todo gran film, da cuenta de la historia que relata a la par que se inserta en la historia del cine de manera conciente, no accidental, reconociendo su lugar y el momento en que fue filmada, respetando el tema, y buscando -en función de ello- la mejor forma de narrar.

La historia

El cine que retrató los eventos de la dictadura militar comenzó a mediados de la década del ´80. Allí los méritos artísticos estaban muy por detrás de las buenas intenciones políticas. El discurso urgente, apasionado, muchas veces no logró encontrar la forma cinematográfica adecuada. Ese cine primitivo fue retrato fiel de la época de nuestro cine, que venía de años de desastre. Si bien no todos los films fueron de ese tenor, sí lo fue la gran mayoría. Películas más prolijas como La historia oficial lograron destacarse claramente en los aspectos formales, aun cuando hoy sean objeto de discusión o reparo desde otros puntos de vista. Años antes, Adolfo Aristarain había realizado Tiempo de revancha y Ultimos días de la víctima, miradas oblicuas sobre temas cercanos a la época de la dictadura. Si Aristarain había demostrado que se podía, entonces debía poder repetirse la experiencia con los cineastas correctos dentro del formato del cine político histórico. Los años pasaron y el tema dejó de tener el impacto inicial. Poco a poco fueron surgiendo otros títulos que mejoraron en el aspecto artístico y mantuvieron el impacto político -incluso lo refinaron-, sabiendo que cualquier idea se puede expresar con más claridad en una buena película. Crónica de una fuga no pretende ser el último film sobre la época de la dictadura, pero sí es el primero que se sumerge casi por completo en el lenguaje de género cinematográfico, sin descuidar lo político, pero poniendo énfasis en iconografías cinematográficas preexistentes.

Atila, fuga imposible

Las películas de fugas de cárceles, campos de concentración (aquí, centro de detención) y demás sitios de encierro constituyen un género propio dentro del universo de la historia del cine. Metáforas varias, desde la más explícita acerca de la libertad hasta aquellas que incluyen el coraje, la inteligencia o la abnegación, son las que acompañan estos relatos apasionantes. El espectador siempre se reconoce en el personaje que busca escapar, y lo invade el mismo alivio una vez que la fuga se ha consumado. Un condenado a muerte se escapa, Crónica de un niño solo, Expreso de medianoche, Escape a la victoria, Infierno 17, El gran escape y Alcatraz, fuga imposible son algunos títulos que incluyen una situación de escape memorable. Los títulos mencionados poseen variadas interpretaciones y estilos, pero en todos los casos los protagonistas poseen el mismo espíritu indoblegable que se impone sobre la adversidad. Siempre parece que la recuperación de la libertad es una tarea imposible, y sin embargo, se produce igual. A veces por casualidad, a veces de forma espectacular, a veces como producto de un plan brillante. Otras, simplemente, por la suma de todo lo mencionado. Los géneros son estructuras madre a partir de la cuales, repitiendo una serie de puntos reconocibles como propios de dicho género, se pueden contar todas las historias que el director desee, evitando gracias a esa estructura que sirve de base, obviedades del discurso, elementos explícitos poco artísticos y demás cuestiones que harían que el espectador no asimilara correctamente lo que se relata. Los géneros aparecieron de la mano de los comienzos del cine, aunque algunos le precedieron. Encontraron su esplendor en el Hollywood clásico y en la actualidad continúan siendo sinónimo de cine comercial. La elección de un género para narrar una historia basada en un hecho real es un riesgo, pero curiosamente hay una gran cantidad de films de fugas basados en hechos reales. El riesgo de vanalizar el tema sobrevuela, pues a partir del género se pueden perder los elementos fundamentales de la historia. No es el caso de Crónica de una fuga, que consigue armar un gran film de escape y al mismo tiempo expresar con claridad no sólo el funcionamiento de un centro clandestino de detención, sino otras ideas más profundas que son la esencia misma de la película.

El infierno tan temido

La película obedece entonces, tanto al género como a los hechos reales. Se lo puede definir como un film político con estructura de film de escape. Sin embargo, Caetano inserta con astucia y de forma muy sutil un género más: el cine de terror. Y esto lo hace por dos motivos: primero porque el imaginario visual sirve para crear sensación de inquietud, y en segundo término porque le permite asociar -sobre todo a las generaciones más jóvenes, adeptas a este género y más alejadas de la historia de los ´70- los hechos de la dictadura con la idea misma del terror y el sufrimiento extremos. Los colores, las texturas, el sonido y los encuadres se asocian muchas veces con el cine de terror, pero no con cualquiera, sino con esa estilización clásica y funcional propia del cineasta John Carpenter, director de Noche de brujas, En la boca del miedo y, no por casualidad, de los films de ciencia ficción Fuga de Nueva York y Escape de Los Angeles. Así podemos asociar a un represor con un villano en un solo plano, y podemos sentir el temor que se asoma detrás de una puerta que conduce a un cuarto siniestro. Carpenter es un cineasta humilde y trabajador tal como son sus héroes, y utiliza los géneros para hacer un retrato político de la sociedad. Caetano, declarado admirador de Carpenter, hace cine político también, pero de forma más clara, aunque siempre abrevando los films de escape y de terror. El espectador que desconozca por completo estos géneros no notará los códigos y sin embargo podrá ver la película sin problema alguno. No se trata de una utilización parásita o vacua como las que hace suele hacer, por ejemplo, Quentin Tarantino. Crónica de una fuga utiliza herramientas. De dónde provienen las mismas es algo que sólo debe importarle al experto. El espectador, en cambio, podrá sentir el resultado directamente, sin ver el proceso creativo.

Cuatro condenados a muerte se escapan

El cine está constituido por un conjunto de grandes historias, grandes por su contenido, pero no necesariamente por su grandilocuencia. No existe una única forma de narrarla , pero seamos sinceros, las formas clásicas son las más eficaces. Las que mejor se entienden, las más reconocibles, las que el público tiende, en general, a disfrutar más. No importa si un film es industrial o independiente, la historia es lo que se termina imponiendo. Entre tanto debate sobre cine argentino actual, el punto sigue siendo el mismo. Crónica de una fuga es una película bien contada, con buen ritmo, con suspenso, con interés y con buenos actores. Técnicamente irreprochable. Un producto de primera calidad. Y ese producto -en este caso- posee un extra nada desdeñable: da cuenta de los hechos espeluznantes que ocurrieron durante la época de la dictadura militar: los centros de detención clandestinos en donde gran cantidad de personas fueron torturadas y asesinadas. Por ello si Crónica de una fuga cumple con el espectáculo cinematográfico y funciona como un buen referente de género y un gran exponente del cine político, es justo decir también, que la película sirve como retrato de una época oscura de nuestro país y por extensión, de una historia terrible. Esta clase de títulos, como lo fue hace unos años esa joya llamada Un oso rojo -con la firma de Caetano también-, son los que en definitiva trascienden y dejan su marca en la historia del cine. Son pocos los ejemplos de cine no clásico que aun con el paso de los años siguen siendo valiosos como películas. En general el público no los recuerda. Crónica de una fuga, en cambio, está destinada, a pesar de la dureza de sus imágenes, a convertirse en un film perdurable.

Algo personal

El hecho de ser un film pudoroso no le impide a la película ser consciente de que se sumerge en un tema duro, extremo y sensible. Las escenas, sin ser explícitas, se hacen cargo del lugar y los eventos que allí se ocurren. El adentro y el afuera son, como corresponde al género y a la historia, dos espacios determinantes y claves para la situación de los personajes. Un espacio abierto y la vida cotidiana cobran, en el emotivo final, una fuerza que puede más que mil consignas políticas. La precariedad de estos cuatro fugados, desnudos, indefensos como recién nacidos, está muy bien marcada por el director, quien les va devolviendo poco a poco su humanidad. Quedan en ese último sector del film detalles muy bellos, como el de esa vecina que -a pesar del estado de terror- se atreve a un pequeño y a la vez gigantesco gesto que le terminará salvando la vida a los cuatro fugados. De esos pequeños gestos está hecha también la resistencia. Luego del encierro y la indefensión comienza el camino hacia la libertad. Y es en el desenlace en donde el director, a puro cine, termina de cerrar sus ideas junto con el cierre de la historia. Caetano no es confuso ni deja nada librado al azar. Observamos a una persona en un taxi, a otro cruzando las vías, a un tercero en el auto de su padre y finalmente a otro esperando el tren. De cada uno sabemos que la vida continuó. Sabemos, porque nuestra emoción lo dice claramente, que muchos otros jamás volvieron a ver la luz del día, que terminaron sus días en un centro clandestino o arrojados al Río de la Plata. Por eso saber -y ese es un gran consuelo típico de un film clásico- que los protagonistas se salvaron, produce una satisfacción aun en las condiciones que sabemos que la historia se desarrolló para la mayoría de los presos. Cuando el protagonista del film, demacrado y lastimado, mira a un bebé en la estación, resumimos a través de esa imagen, todo lo que sabemos sobre el tema, todas las emociones e ideas que contiene. Por un instante, el personaje cambia su gestualidad adusta, endurecida por los eventos vividos y se relaja. En ese momento ha triunfado la libertad. La vida continúa, en nombre de todos aquellos que ya no están, en nombre de los sobrevivientes y de todos los que vendrán.

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