Un joven de más de treinta años tiene un plan: viajar a china para abrir un mercado argentino. Sí, así como hay en Argentina pequeños mercados chinos, él busca hacer lo mismo allá. ¿El motivo para esta empresa? Los mercados chinos llevaron, años atrás, a que su padre tuviera que cerrar su almacén en Buenos Aires. Su proyecto alocado es ser el primero de cientos, provocando allá el mismo efecto que los mercados chinos provocaron acá.
Averigua de donde vienen la mayoría de los inmigrantes chinos y viaja a esa provincia. Allí se asocia con un amigo que lleva tiempo viviendo en China y lo espera con la información necesaria y los trámites correspondientes. Todo empieza como una comedia, con los esperados conflictos idiomáticos, pero por suerte la película es más compleja que eso.
Ponerse en el lugar del otro, eso aprende el protagonista de la historia. Ser el que no habla el idioma, el que no tiene cambio, el que tiene que aprenderse los trucos del lugar. El que tiene que pelearla muy lejos del hogar. La amenaza de una película canchera y sobradora que en teoría podría surgir se deshace por completo. Los protagonistas aprenden humildad, fraternizan con los locales y también descubren que ellos son capaces de trabajar y mantener la frente en alto con honestidad.
La película tiene humor, melancolía, personajes simpáticos y un corazón oculto que se va mostrando a medida que avanza la trama. Una pequeña sorpresa que quedó dando vueltas en la montaña de estrenos nacionales todos parecidos entre sí. Les recomiendo buscarla.