Emily (Cameron Diaz) y Matt (Jamie Foxx) renunciaron hace años a ser espías de la CIA para formar una familia. Pero, cuando se descubre su identidad secreta, se ven arrastrados de nuevo al mundo del espionaje. En la sinopsis queda claro que se trata de un tema conocido que con mucha facilidad puede dar una película divertida. No es el caso, por supuesto, porque a veces transitar por los lugares comunes es solamente eso y nada más. Podría ser una noticia el regreso de Cameron Diaz a la pantalla luego de diez años, pero en favor de ella hay que decir que parece que fue ayer. La química del dúo protagónico no puede hacer nada para volver atractiva a una trama que no puede sorprender ni una sola vez. Una mezcla entre Noche y día y Mini espías que no va a ninguna parte. Andrew Scott y Glenn Close le dan a la trama dos rostros conocidos, lo que siempre significa ganar unos minutos hasta que el espectador descubra que no hay nada. Es todo un fenómeno digno de análisis la forma en que estas películas tan caras se ven tan baratas y como parecen estar diseñadas para ser olvidadas. Netflix es un cementerio de elefantes en el cuál la comedia de acción parece haber entrado en un callejón sin salida. Cada nueva propuesta parece más efímera que la anterior. Sin embargo, y como corresponde, el final abre la puerta para una secuela. Pocas cosas son menos simpáticas que un chiste que promete secuela en una película a la que le cuesta llegar al final.
