Departamento 7A (Apartment 7A, 2024) de Natalie Erika James es una precuela de El bebé de Rosemary (Rosemary´s Baby, 1968) de Roman Polanski, es decir que se sienta a la mesa de una de las mejores películas de la historia del cine. Con ese peso sobre los hombros debe afrontar un prejuicio enorme en su contra, pero no busca ponerse a la altura, sino hacer uno prolijo y atrapante prólogo sobre un personaje que cualquier fan del otro título ya conoce.
Terry Gionoffrio (Julia Garner) es una joven bailarina de Nebraska que se ha instalado en Nueva York. Tiene un papel en el musical de Broadway Kiss Me, Kate, pero una grave caída durante la obra, le daña el tobillo y la deja fuera de escena. Tiempo después, durante una audición, es invitada por un productor de Broadway a ir al edificio donde vive él. Conocerá en ese lugar a un amable matrimonio de ancianos, Minnie y Roman Castevet (Dianne Wiest y Kevin McNally), que le ofrecen un apartamento al final del pasillo sin pagar alquiler, lo que explican como algo que han hecho antes para ayudar a alguien que lo necesita.
Una vez que la joven entra al edificio y conoce a los Castevet, el público de Departamento 7A se divide en dos, los que han visto El bebé de Rosemary y los que no. Para los primeros se trata de una película con mucho suspenso, algunas sorpresas y un final impactante. Para todos los demás, lo que se espera es llegar al momento culminante que todos conocemos. Sabiendo como sigue la historia, lo que vemos produce curiosidad y algo de angustia, pero en ningún momento la película se ve como un producto mediocre o que busca dinero fácil. Tiene más que dignidad, tiene un respeto por el clásico que no es una promesa, sino algo que se confirma en cada escena.