Descansar en paz (Argentina, 2024) es un policial basado en la novela del mismo nombre escrita por Martín Baintrub en el año 2018. La dirección es de Sebastián Borensztein y el guión también le pertenece a él junto a Marcos Osorio Vidal. Se estrenó en Netflix, un lugar dónde han ido a parar muchos directores en la actualidad y que representa, para bien y para mal, un refugio seguro para muchos de ellos. Para Borensztein el resultado es positivo y la película, fiel a su estilo, termina encontrando resolución a algunos de los problemas de sus películas anteriores.
Sergio Dayan (Joaquín Furriel) es un hombre acorralado por sus deudas que se ha movido de forma irresponsable y ahora le debe mucho dinero a sus allegados pero también a un prestamista, Hugo Brenner (Gabriel Goity) que lo amenaza a él y a su familia. Cuando está buscando la forma de comenzar a cubrir esa deuda y proteger a su esposa Estela (Griselda Siciliani) y a sus hijos, el azar lo ubica en la cuadra y el momento del trágico atentado terrorista ocurrido en la AMIA el 18 de julio de 1994. Con heridas leves, Sergio comprende rápidamente que el horror le abrió a él una puerta y huye para que todos sus seres queridos, y su acreedor, crean que ha muerto. Comenzará una nueva vida aunque el fantasma y el dolor de su pasado no lo abandona.
Descansar en paz es un clásico policial negro donde el protagonista huye de su vida anterior y busca alejarse todo lo posible para salvarse a sí mismo pero también a los suyos. Nadie cree, en estas historias, que el personaje esté completamente a salvo y todos, sin excepción, esperan un regreso de dicho pasado para darle un cierre a la historia. Desde la incomparable Retorno al pasado (Out of the Past, 1947) de Jacques Tourneur, que esta estructura se ha convertido en emblema del género y un relato que casi siempre funciona. Acá, cómo ya anticipamos, también lo hace.
Sebastián Borensztein es un realizador bastante sólido que siempre se ha sentido interesado por el cine clásico y que ha buscado coquetear con los géneros. En sus películas el pasado de los personajes es muy importante. Pero aquí ese pasado no es presentado con flashbacks ni recuerdos, sino que la película avanza en el tiempo y el pasado que atormenta a Sergio nosotros lo hemos visto desarrollarse al comienzo. Cómo decía William Faulkner, “el pasado no está muerto, ni siquiera es pasado”. Pero el gran logro de esta película, a diferencia de Un cuento chino (2011), Kóblic (2016) y La odisea de los giles (2019) es que los eventos históricos importantes se integran a la trama y no parecen puestos para decir algo importante.
El atentado a la AMIA es una de las páginas más dolorosas de la historia argentina y sin duda hay un riesgo en incluirla en un guión de ficción (No es el primer director en hacerlo, pero sí el primero en hacerlo bien) que la película asume, con el aval de que la novela también lo hizo. La Guerra de Malvinas, la Dictadura militar, la Crisis del 2001, son elementos que aparecían en sus películas pero que en los primeros dos casos no aportaban mucho y en el tercero era una excusa algo demagógica. Acá se integra a la perfección y se ubica en la trama en el momento adecuado. Tan sólida es su integración que si mañana se hiciera un remake americana, española o británica, también podría armarse la misma historia sin mayores problemas de guión. Es un evento histórico argentino, pero es un giro de la trama universal.
Cómo todo policial negro tendrá algunos detalles y posibles licencias poéticas, pero el aura trágica y amarga del film noir y la novela negra se notan a la perfección. Los actores están todos sobrios y aplicados a su tarea, sin hacer show alguno, simplemente jugando para el equipo. El elenco es muy pequeño y eficiente y hay que sumarle a la actriz paraguaya Lali González en el personaje de Ilu. El nombre de su personaje es perfecto y es el corazón de la película, la ilusión trunca de aquellos que pueden escapar de todo excepto de su propio destino.