Marla Grayson (Rosamund Pike) y su compañera Fran (Eiza González) tiene un aceitado sistema para aprovecharse de ancianos solitarios y adinerados. Marla, mediante la complicidad de especialistas de salud, se convierte en su tutora y les saca todo lo que tienen mientras los internan en un geriátrico para que pierdan control sobre sus fortunas. Eligen a Jennifer Peterson (Dianne Wiest) como ua nueva víctima pero mientras intentan llevar a cabo su plan, Marla y Fran descubren que la señora Peterson no es lo que creían, y que sus actos han entorpecido la labor de un importante criminal (Peter Dinklage).
Los primeros minutos de película muestran la ya acostumbrada estética vacía, llena de planos sin sentido, del cine actual. Tratando de ser canchera y graciosa, la película anuncia un tono cínico y amoral al seguir los pasos de una criminal siniestra sin juzgarla, incluso festejándola. Es una opción, claro. Pero luego mostrará a otros monstruos, porque sus enemigos tal vez no sean mejores que ella. Aun en ese momento, la película se queda con ella, poniéndola como la protagonista con la que no nos queda otra que identificarnos. El resultado no podría ser peor, ya que es un personaje sin carisma, sin encanto, escrito para parecer ingenioso pero que resulta agotador y agotado.
La película juega con la comedia pero apenas si puede sacar algunas sonrisas. En el fondo no se divierte y el espectador lo siente. Luego pierde ese poco humor, se vuelve solemne, se alarga con veinte vueltas de tuerca innecesarias y termina siendo moralista, justo aquello de lo que se jactaba no ser. La actuación de Rosamund Pike tiene momentos lamentables, de esas que terminan en premios.