La comedia en Argentina ha cambiado hace bastante tiempo. El streaming ha permitido finalmente que esto se note de forma contundente con series como Porno y helado y ahora División Palermo. Aunque la ficción de Martín Piroyansky es más arriesgada y al límite que la creada aquí por Santiago Korovsky, ambas tienen en común un recambio fuerte con respecto a gags y actuación. Se puede decir con cierta razón que el cambio entre lo viejo y lo nuevo se dio a finales del siglo pasado, cuando en los noventa Cha Cha Cha irrumpió en la televisión. Veinte años después es lógico que estas ficciones se vuelvan populares y moneda corriente. División Palermo tiene una narración bastante clásica, lo que le permite ser disfrutada aún por espectadores no acostumbrados al humor absurdo. Se observa, tal vez por influencia directa, tal vez no, un estilo Brooklyn Nine-Nine, aunque no alcance el mismo timing esa serie.
Es gracioso que sea Netflix la plataforma que estrene una serie que ironiza acerca de la integración como algo forzado o especulativo, justamente cuando es una plataforma que ha hecho de la diversidad impuesta casi una bandera. Netflix es más diverso de lo que parece, sin ánimo de ironizar. División Palermo lleva ese nombre a partir de la decisión que toma la policía de la ciudad de Buenos Aires de crear una fuerza especial para limpiar la mala imagen que tiene. La idea, voluntariosa para algunos, totalmente falsa para otros, desemboca en el reclutamiento de un grupo conformado por minorías discriminadas sin un criterio completamente uniforme ni lógico, lo que ya es parte de la comedia.
El personaje principal es Felipe Rozenfeld (interpretado por el creador de la serie, Santiago Korovsky), un joven que ha sido abandonado por su novia y despedido de la empresa donde trabajaba para su padre. En ambos casos los motivos que le dieron tienen que ver con su falta de iniciativa y coraje para enfrentarse a los problemas. En ese día donde todo le sale mal, Felipe además, es víctima de un robo, lo que lo lleva a la comisaría a realizar la denuncia. Un error lo lleva a meterse en la oficina de reclutamiento de la todavía no creada División Palermo. Aunque en teoría no reúne ninguna de las características buscadas, su apellido judío hace que lo recluten. Felipe ve la oportunidad de mostrarle a todos que sí puede ser un hombre valiente capaz de resolver problemas.
El policía líder de este nuevo grupo, jefe e instructor es Miguel (Daniel Hendler, brillante), quien tiene un brazo ortopédico, intentará guiarlos con una mezcla de grupo teatral y reunión de alcohólicos anónimos, con buena voluntad y un optimismo desopilante. Los miembros de la División Palermo son un enano, un ciego, un boliviano que hace stand up, un anciano, un gordo, una chica trans hija de un comisario y finalmente Sofía (Pilar Gamboa) una joven en silla de ruedas. Felipe se suma a esta división que pronto se convertirá en el hazmerreír de todos, dentro de la fuerza y en las calles de la ciudad. Cuestionados, fracasan en todo, pero como suele ocurrir en estas comedias, el grupo se volverá unido y, por accidente, se cruzará con un caso gigantesco que podría cambiarlo todo. O simplemente terminar con sus vidas. Los policías en los que nadie cree tienen a su favor que son honestos.
División Palermo sabe encontrar el rumbo para reírse con las minorías sin faltarles el respeto. Es una operación que cualquier humorista inteligente podría conseguir, pero hoy por hoy todo es terreno minado y cualquier paso en falso termina ofendiendo a cualquiera. De esas ofensas también sabe reírse la serie. Usa ese humor que la gente ya no se anima a hacer y que muchas veces puede llevar a que alguien sea cancelado. También está claro que es el humor que cualquier grupo de amigos se haría entre sí o que también circula en la calle. Hay algo sano y luminoso en poder recuperar esos chistes acerca de cosas que nos afectan y con las que convivimos a diario. La verdadera integración es justamente esa, que no importa quien sea alguien, todos puedan ser parte de la comedia. Y lo más importante, es una comedia graciosa de verdad. No hablamos de la comedia más rancia o antigua, sino una con chistes de diferentes niveles y calidad.
El numeroso elenco está lleno de grandes comediantes, cada uno en el espacio que le corresponde, jugando para el equipo, sin divismos, con el número de escenas exacto para que los personajes funcionen y no cansen. Una verdadera selección. A Santiago Korovsky, Pilar Gamboa y Daniel Hendler se le suman Martín Garabal, Charo López, Marcelo Subiotto, Carlos Belloso, Agustín Rittano, Sergio Prina, Alan Sabbagh, Rafael Spregelburd, Valeria Lois, Iair Said, Fabián Arenillas y más. Pilar Gamboa es el ejemplo perfecto de lo dicho. Una actriz que dirigida a la antigua, sobreactúa y arruina la comedia, y que acá, con una dirección más efectiva, demuestra una gama de sutilezas muy superior. La primera temporada funciona bien, más allá de algunos detalles y cierta inclinación progresista para ciertos chistes, pero si nos ofendiéramos por eso seríamos justamente como los progresistas de hoy, que apuesta al retroceso. La comedia integra a todos y lo hace de forma divertida.