Desde 1967 los libros de Hugh Lofting fueron adaptados a la pantalla y aun estando en el año 2020 seguimos esperando que alguna de esas adaptaciones valga la pena. El clásico protagonizado por Rex Harrison, un largo musical que tuvo más problemas que ideas valiosas, es uno de esos films de los que se cuentan historias pero que nadie quiere volver a ver. La película era muy fallida. Cuando años más tarde Eddie Murphy decidió protagonizar una versión actualizada, contemporánea y familiar, no logró hacer una gran película, pero si aportó algo de gracia y al menos la comedia tenía algunos instantes. Sí, aun siendo mediocre era mejor esa nueva versión. Luego le siguieron tres secuelas hasta que ni el propio Murphy siguió siendo parte. En el año 2020 una versión con el carismático y polifacético Robert Downey Jr. llegó con la promesa de salvar esta historia de un médico capaz de hablar con los animales.
La película no es musical como la de 1967 pero sí es un film de época, cosa que la comedia (no musical) con Eddie Murphy no era. Un producción cara que se ve más sucia y desprolija que espectacular y atrapante. Un prólogo de animación nos cuenta que el Dr. John Dolittle había encontrado a la compañera ideal de aventuras y que todo fue felicidad hasta que ella murió. Retirado, convertido en un misántropo, sus servicios son reclamados porque solo él puede tener la solución para salvar nada menos que a la Reina de Inglaterra. Acepta la misión y se lanza junto a un joven discípulo y un grupo de animales a una aventura rumbo a la isla donde puede encontrarse la única salvación posible para su majestad Victoria.
Por suerte ya no es necesario usar animales reales para esta clase de films. En primer lugar porque es imposible filmar con ellos y en segundo porque un rodaje no es un lugar para tener animales. Así conviven un gorila, un oso polar, un papagayo de la polinesia y otros tantos personajes, algunos más insólitos que otros a la hora de narrar una aventura como esta. Claro que el hecho de que los animales hablen con Dolittle le da a la película su propia lógica. Pero que una hormiga haga un comentario que sea una cita de la escena inicial de El padrino es esa clase de gags donde lo ingenioso se vuelve bobo y delata las series limitaciones de ideas de todo el conjunto.
Pocas veces Robert Downey Jr. se mostró tan apagado y fuera de registro como en este título. Los chistes de los animales (lo que le faltaba a la versión de 1967 y salvaba a la del 2003) tiene algunos pequeños momentos, pero no funcionan en el total. Los villanos humanos aburren bastante y nadie logra lucirse realmente. Una nueva oportunidad perdida que ojalá sea también la última.