Peliculas

DOMICILIO PRIVADO

De: Saverio Costanzo

ENSAYOS SOBRE LA CEGUERA

“A nosotros, los miembros de esta orquesta, independientemente de nuestro origen, nos gustaría pensar que somos pioneros de una nueva forma de pensamiento en Oriente Medio. Nuestro proyecto no va a cambiar el mundo, pero es un importante paso hacia adelante”.
Declaración de la Orquesta West-Eastern Divan, creada por el director argentino-israelí Daniel Boremboin y el intelectual palestino -ya fallecido- Edward Said.

En el reino de los tuertos

La realidad posee una característica de ribetes duales que le permite superarse a sí misma en forma permanente. Esa dualidad consiste en que, si bien siempre existe la posibilidad de que la superación tienda hacia formas más propicias para la supervivencia humana, sin embargo, en ocasiones suele también transitar por derroteros más cruentos y hostiles.

Esta misma tensión que se libra en el seno de una realidad cambiante se reproduce, asimismo, entre aquello que el hombre imagina, o sea, la ficción, y lo que verdaderamente ocurre en los hechos, o sea, lo real. Allí en donde la ficción a veces parece ganar terreno en pos de lo increíble, de aquello que aparenta ser irreal e inimaginable, la realidad se envalentona y avanza sobre la ficción para mostrar su cara más ominosa, su costado más impiadoso, su siempre triunfante espíritu infausto.

Hace unos meses, cuando tuve acceso a Domicilio Privado, aún no se habían desencadenado los acontecimientos que hoy tiñen de luto el paisaje de Medio Oriente. Hasta ese momento, Domicilio Privado era apenas la metáfora de una ocupación deslegitimada (o de dos ocupaciones que se superponen en el espacio y el tiempo histórico). La puesta en escena de un conflicto que se mecía desde hacía años en las redes tendidas por un vínculo precario, sostenido -y padecido- por dos pueblos que habitan y, a la vez, disputan una misma geografía. La mera representación de un enfrentamiento, tal como en el mito en que la madre biológica y la adoptiva buscan -excluyéndose mutuamente- demostrar el vínculo que las une a su hijo tironeando de los brazos del niño hasta casi descuartizarlo, sin darse cuenta que de esa forma, no sólo someten egoístamente a aquello que más desean preservar, sino que también pierden en la disputa la esencia que las constituye como tales. De la misma forma, los palestinos y los israelíes se desdibujan como naciones al herir de muerte en la disputa uno de sus elementos constitutivos esenciales, su gente.

Sin embargo, y casi como un oscuro designo del destino, los últimos hechos, esos que han puesto al resto del mundo de cara al conflicto, han reducido a Domicilio Privado a mero ensayo sobre la ceguera. La realidad, una vez más, ha recuperado el primer puesto al demostrar que las ficciones nunca pueden superar la instancia de tuertos ensayos cuando la realidad, ciega, gobierna.

Ser o no ser

Contrariamente a lo que podría esperarse de una película tan comprometida, Domicilio privado no proviene de las huestes involucradas en el conflicto que retrata, sino de unos ojos distantes, pero que saben hacer foco en donde muchos otros autores prefieren desviar la mirada y volverla sólo endógena. Su director, el italiano Saverio Constanzo, conmovido por la problemática que hasta el momento sólo conocía por lo que a diario muestran los televisores, se trasladó a la zona de conflicto en busca de actores que pudieran desempeñar los roles para su ficción. Y luego de un exhaustivo trabajo de casting que consistió -a su vez- en convencer a las partes de trabajar en forma conjunta, reunió a varios de los más famosos actores israelíes y palestinos. Precisamente, por ese esfuerzo puesto en cercenar diferencias y disolverlas en una obra en común, no pudo filmar en el territorio en disputa, por lo que la película debió utilizar como escenario la región de Calabria, al sur de Italia. Sin embargo, y casi como en un gesto desmitificador por demostrar que existe la posibilidad de entenderse aún cuando las distancias parezcan insalvables, Saverio puso a su elenco a hablar en tres idiomas: árabe, hebreo e inglés.

El film ha venido cosechado, en forma más que justa, varios premios, tanto en el ámbito internacional como en el local (su actor principal, Mohammed Bakri, ganó, entre otros, el premio a Mejor actor en el Festival Internacional de Cine Independiente de la ciudad de Bs As -BAFICI- del 2005). Su trama es simple y en ello reside su alta complejidad, en casi no mostrar en toda su crudeza aquello que alcanza con insinuar en cada uno de los planos: la violencia.

Una familia palestina, compuesta por un matrimonio y cinco hijos, vive en una casa que -por su ubicación- ha quedado desprotegida, a medio camino entre territorio palestino y un asentamiento israelí. Intempestivamente, esa frágil cotidianeidad se ve fracturada por la irrupción abrupta y violenta de un grupo del ejército de Israel que se asienta en la vivienda, delimitando en forma unilateral el terreno de ambos bandos. Entonces, el grupo familiar queda confinado a utilizar únicamente la planta baja de la casa, pues la planta alta es ocupada en exclusividad por los militares, quienes asimismo les imponen un régimen de “convivencia” por el cual, durante la noche, la familia entera debe encerrarse en el living a dormir sin posibilidad alguna de salir, ni siquiera para ir al baño.

Esto, que de sólo imaginarlo produce pánico, pues se asemeja a vivir con una bomba debajo de la cama (aquí sería encima), es aceptado por Mohammed (M. Barki), el padre de la familia, casi de manera incuestionable, y somete, en consecuencia, a su mujer e hijos a respetarlo sin reparos como una forma “inteligente” y civilizada de resistencia. El padre se erige en salvaguarda de la paz, en un opositor que confía en la palabra y en su “no uso”: el silencio -que a su vez es también una forma de “decir”- como mecanismos de resolución de conflictos. Es que Mohammed es profesor universitario de Literatura inglesa, o sea, un hombre de palabras, ideas y ficciones, conceptos ignorados en el terreno en donde gobiernan las armas y la incomprensión. En el seno de la familia, entonces, se van a dirimir las mismas tensiones que suelen darse en la sociedad toda cuando debe decidir la manera más legítima y/o efectiva para defenderse de una agresión externa, algunos prefieren abandonar el conflicto, otros, enfrentarlo utilizando los mismos medios violentos, y algunos, resistir pasivamente. Y si algo parece querer demostrar Domicilio privado es que la convicción puesta al servicio de la “no violencia” es -claramente- la apuesta más racional, humana y la única con visión progresista. Aunque, el plano final de la película -con una fuerza contenida sorprendente- deje, quizás, sembrada una duda a este respecto, y la sensación amarga de que la Historia siempre termina por repetirse en una condena de eterno retorno.

Ensayo de orquesta

Las diferencias entre los israelíes y los palestinos, bien sabemos, no devienen solamente de la disputa por un mismo territorio, provienen también de las divergencias en las respuestas que cada grupo encuentra en el camino por darle una explicación a la existencia. Este esquema, que aún hoy -por la fuerza de su imposición- parece ser privativo de estos pueblos, ha sido una constante en la historia de la humanidad. También, y en sintonía con ese problema, lo ha sido la violencia. Sin embargo, en algunas ocasiones, el hombre ha podido casi como en un salto por elevación, sustraerse a esos conflictos que a priori parecen irresolubles por las vías pacíficas. En este sentido, no es casual que en Domicilio Privado, su director haya puesto a resistir pacíficamente a un hombre que proviene del mundo de las letras. Así como tampoco es arbitrario que esos jóvenes militares cargados con armas que cumplen -no sin cierta duda y falta de convicción- con las órdenes de su superior y que sólo esperan el momento en que les indiquen que pueden volver a sus casas, dejen al retirarse, olvidado sobre un mueble, el libro del escritor portugués José Saramago, Ensayo sobre la ceguera.

La idea de que la escritura, el uso de la palabra, ha servido a lo largo de la historia como vehículo de supervivencia sobrevuela la película. Varios han sido los pueblos que han subsistido por la existencia de un texto. Las llamadas “sagradas escrituras” no son más que eso, reservorios de memoria investidos de ficción.

Domicilio privado es una película potente y conmovedora, que no busca erigirse como una mirada unívoca, certera y -ni siquiera- ecléctica sobre el conflicto que retrata, sino que apenas si se muestra como un verdadero ensayo, más que sobre la ceguera, sobre esa orquesta humana que suena en conjunto, muy a pesar de que sus integrantes se empeñen en hacerla sonar en partes opuestas.