El aro: Resurrección (China, 2020) utiliza en su título en castellano la palabra excusa para decir que ahí vamos de nuevo. ¿Por qué seguir viendo estas cosas? Las fórmulas agotadas a veces logran encontrar una vuelta de tuerca que las hace revivir. Por alguna extraña situación hace mucho tiempo que nos ponemos a felicitar a quien se escapan de lo que parece un callejón sin salida en lugar de ignorar el enésimo intento de ir por el terreno seguro de lo probado comercialmente. Deberíamos empezar a considerar seriamente la posibilidad de ignorar estos intentos y si nos perdemos un film decente, mala suerte, porque en general siempre nos moveremos en una mediocridad con pocas excepciones.
La película tiene un par de ideas de base que son su única razón de ser y al mismo tiempo la novedad que nos llevaría a prestar atención. Para empezar la película es China, no japonesa, con lo cual la serie de El aro se vuelva insiste en su periplo mundial, luego de sus pasos por Estados Unidos y Corea del sur. La historia se sitúa en una ciudad al sur de China, allí una joven llamada Tang Jing encuentra una historia web, escrita por un grupo al que ella solía pertenecer. En ese relato aparece un nuevo capítulo de autoría desconocida. Todos los que lo leen comienza a fallecer y sus muertes se incorporan de manera misteriosa al relato web. Y eso es todo, ahí termina el interés y la curiosidad, todo lo demás es rutina y lucha por convertirse en un producto digno. El objetivo no se consigue y el espectador perdió noventa minutos de su vida.