Una pareja se sube al ascensor. Están bajando juntos para sacar la basura por la noche en medio de una discusión. Pero algo raro pasa cuando él toca el botón. Un mismo diálogo se produce entre ambos y aunque ella no lo nota, él se da cuenta. Han entrado en un bucle temporal y la discusión se repite una y otra vez.
Como ocurre con la clase de films de repeticiones temporales, él empieza a buscar la manera de cambiar los diálogos de alguna manera para producir un efecto diferente. En pocos minutos de película lo consigue y es ella quien ahora toca el botón que produce el bucle, ambos ahora entienden lo que pasa.
Aunque la película dura setenta minutos, está claro que gran parte del trabajo del guionista y director es lograr que la historia vaya teniendo novedades para que no pierda el interés. Este esfuerzo siempre le juega en contra a estas películas. Cuando parece que la película ya no va a tener salida, muestra un nuevo juego y se vuelve más compleja. La pareja protagónica, a esa altura ya agotadora, se mete en una trama completamente inverosímil y sin mucho interés.
Esta película mexicana cae en un problema difícil de resolver: Se le nota mucho el esfuerzo por hacer que la película no se estanque. Se ve cada nueva idea del guionista para vencer la limitación de dos actores en un espacio cerrado. Aunque tiene sus sorpresas, cuando uno deja en evidencia el esfuerzo, deja de interesarse por la película en sí misma. La subtrama de esta clase de historias, es decir el aprendizaje para poder obtener los logros, no tiene tampoco el peso suficiente como para encontrarle un segundo nivel profundo y atractivo.