El botones (The Bellboy, 1960) es la ópera prima de Jerry Lewis. También productor, protagonista y coguionista de lo que sin duda es uno de los mejores comienzos de carrera jamás vistos. Todo el Jerry Lewis pasado, presente y futuro está allí. Todos sus temas, sus obsesiones, su locura. El correr de los años no ha hecho más que mejorar este film que aun hoy resulta gracioso, entretenido y revolucionario.
El arranque es demoledor. Un productor de cine nos avisa que estamos a punto de ver una película sin historia, sin conflicto, solo el diario visual de un chiflado. Luego estalla en risas y grita “¡Proyéctenla, proyéctenla!”. Así de simple es la manera en que Jerry Lewis anuncia que su ópera prima va a ser una de las más libres que jamás se hayan hecho. Desde el comienzo el espectador recibe un aviso insólito, fuera de todo lo esperable. Incluso la risa del productor es falsa e incómoda. Veníamos a ver una comedia, pero estamos frente a una obra inesperadamente compleja. Porque si de alguna manera es experimental, por otro lado es totalmente clásica. Utiliza gags totalmente surrealistas, juega con el tiempo y el espacio, usa el plano general con maestría, se burla de las convenciones absurdas y al mismo tiempo aprovecha los elementos tradicionales de simpleza narrativa. Se trata de una película muda con gran cantidad de diálogos, un homenaje a los grandes cómicos destructores que ha tenido el cine: el gordo y el flaco y los Hermanos Marx.
El protagonista del film se llama Stanley, como Laurel, a quien también vemos pasearse por el hotel, encarnado por Bill Richmond, coguionista de gran parte de la filmografía de Lewis. Pero además Jerry tiene los gestos de furia de Harpo y la velocidad de todos los Hermanos Marx juntos. Jerry arruina la luna de miel de una pareja de recién casados, la silueta de una bella joven que acaba de terminar una dieta, una escultura de una exposición, la cara perfectamente bronceada de un conductor de TV. Jerry destruye los valores de la sociedad en que vive y se declara en rebelión, no puede encajar dentro de ese esquema, solo unos mafiosos lo dejan sentarse en su mesa, tal vez por ser igualmente inadaptados. Sin embargo hay un secreto guardado. Cuando Jerry está solo construye cosas y realiza sueños. Puede dirigir una orquesta, comer una manzana invisible, pilotear un avión o convertir la noche en día con su pequeña cámara de fotos. Porque El botones es el comienzo de su carrera como director, contra la idea de que es solo una estrella, un cómico popular. Puede ser el rey de la comedia física, pero también un autor cinematográfico.
Hay un segundo personaje para Jerry en El botones. Además de Stanley, en la película Jerry Lewis hace de “él mismo”, una estrella cómica sepultada por una corte que lo acompaña a todos lados, lo ahoga permanentemente y se ríe de cualquier cosa que él diga, aun cuando hable de la muerte de alguien. Una mirada llena de angustia de Lewis sobre él mismo. Esta figura aplastada por su entorno es la que habla, mientras que Stanley no pronuncia palabra hasta el final. Alguien dice sobre Stanley: “El ama su trabajo”. Así es, el Jerry director, representado por el botones, es el sueño de Lewis de alcanzar una obra como verdadero autor (recordemos que Jerry no solo actúa y dirige, también produce y escribe el film, un terremoto de energía y trabajo) a través de un compromiso completo con ella. A los mencionados homenajes habría que sumarle la presencia de actores claramente provenientes del vodevil y hasta Milton Berle, en una aparición breve que sirve para completar la idea de que en lugar de homenajes se trata de una declaración en favor de los verdaderos humoristas, aquellos que la historia de la cultura relega constantemente, como si hacer reír no fuera la manera más efectiva de transmitir algo. A esa idea en favor de la comedia responderá siempre Lewis, que al final del film habla por primera vez, diciendo que él tiene una voz como la de cualquier otro hombre. “¿Y por qué no te oí hablar antes?”, le pregunta el gerente del hotel. “Es que nadie me había preguntado nada”, responde Stanley. Jerry Lewis empezó a hablar con este film y las cosas que ha dicho desde ese momento han sido siempre dignas de ser escuchadas. Con El botones nace un director que soñaba cambiar el mundo y con su obra lo hizo.