El documentalista Miguel Kohan busca en El despenador mezclar los límites entre la ficción y la realidad, aprovechando su ojo de documentalista para armar una historia con guión de ficción. Raymundo es un antropólogo que investiga a El Despenador, un personaje andino cuyo oficio es terminar con la vida de las personas enfermas que no se mueren utilizando la técnica de un abrazo certero, evitando así contagiar la muerte por el aliento, una creencia arraigada en una zona de La Puna en Jujuy. La creación de este documental es el puntapié para mostrar la crisis del propio protagonista que se plantea sus propios dilemas frente al tema que investiga.
Kohan descubre que la ficción le permite armar planos artificiales y bellos, sin tener que responder al rigor ético de la puesta en escena del documental. Pero cae en el peor riesgo cuando alguien plantea algo así: ni es una buena ficción ni es un buen documental. Muchos cineastas se han movido por este delicado filo y pocos han logrado resultados memorables. No se puede evitar pensar en directores como Abbas Kiarostami, el último genio que jugo este juego. El despenador regala algunas grandes imágenes, pero jamás consigue ni la complejidad ni la belleza de una obra cinematográfica total.