Ignacio Rogers, actor de muchas películas del cine independiente argentino, llega a la dirección de largometraje con este film de terror. Si hubo en el cine argentino un género que creció y se instaló de forma casi definitiva este es claramente el cine de terror. Aunque todavía le falta dar con un par de títulos bien taquilleros, las películas de horror se han ido multiplicando en la última década hasta armar un cuerpo de film bastante desparejo pero a la vez sólido con respecto al cuidado del género.
Acá tenemos una estructura clásica del cine de terror, la de los jóvenes que en su viaje se cruzan con un destino terrible. Y así ocurre en esta película, donde el camino ligero y despreocupado se cruzará con personajes de pesadilla. Esto no es un lugar común, es una estructura de género. Qué después la película no logre ejecutar con eficacia la premisa es otra cosa. A pesar de lo atractivo de la propuesta, con el correr de los minutos se va perdiendo el interés.