EL REGRESO DEL SALVADOR
La historia de Superman es una historia gigantesca dentro del cine, la historieta y la televisión. Sin embargo, y como suele pasar, el cine siempre es el más reacio de los espacios para instalar a un personaje. Fue recién en 1978 que, encarnado por Christopher Reeve, el hombre de acero logró convertirse en clásico de la historia del cine. Ninguno de los cuatro films que hizo el actor fue una obra maestra, pero el primero, donde lo acompañaron un ridículo Marlon Brando y un genial Glenn Ford, fue el más logrado. Richard Donner se encargó de la dirección y filmar también secuencias de la segunda, pero sus peleas con el productor Alexander Salkind lo dejaron afuera de la secuela, que cayó en manos de Richard Lester. Lex Luthor lo interpretaba nada menos que Gene Hackman y el elenco era enorme, incluyendo al villano Terence Stamp que cobraría fuerza en el segundo film. Lo más rescatable de estos cuatro films es Reeve. La tres es un slapstick al servicio de Richard Pryor, aunque parezca mentira y la cuatro un mamarracho antológico. Pero Christopher Reeve es carismático y sobre todo, es un extraordinario comediante cuando se hace pasar por Clark Kent. Reeve dijo que tomó como modelo para la comedia a Cary Grant en La adorable revoltosa de Howard Hawks. Se nota.
En el 2006 se intentó hacer renacer al personaje bajo la dirección de Bryan Singer, pero el fracaso fue claro y hubo que llamarse a silencio. ¿Cómo volver a empezar? En Hollywood se ha instalado una idea muy interesante y de excelentes resultados- llamada reboot. Este reinicio permite que los realizadores no tengan que seguir por un camino sin retorno y puedan contar la historia nuevamente desde cero. Tan poderoso es este reboot, tan firme es El hombre de acero a la hora de contar la historia de Kal-El (Superman) que parece ser un renacimiento definitivo. El director Zack Snyder (El amanecer de los muertos, 300) y el productor Christopher Nolan (autor de la trilogía de El caballero de la noche) y su guionista preferido, David S. Goyer consiguen aquí hacer una película enorme, impactante, llena de ideas y de acción. La estructura del relato es brillante, la forma en que se cuenta el pasado y el presente del personaje fluye de manera veloz y clara. El elenco es también sólido (Diane Lane, Russel Crowe, Lawrence Fishburne, Michael Shannon) y brilla particularmente la emocionante actuación y sobriedad de Kevin Costner interpretando al padre adoptivo de Superman. Costner le aporta profundidad emocional, ética y mirada al film. En parte porque el guión lo marca así, en parte por todo lo que significa el actor en la historia del cine. Es hermoso que el papel que en 1978 interpretara Glenn Ford, ahora esté en manos de Costner. Y hay que decir que acá el personaje es más importante que en la otra versión.
No es necesario contar nada del guión, simplemente entregarse a lo que: La historia del origen del héroe. No falta espectacularidad, no falta emoción y todo lo que uno espera de Superman aparece. Lois Lane es interpretada por Amy Adams, lo que habla bien de la calidad del proyecto. Adams es una gran actriz y aporta complejidad y matices. Es, literalmente, mucho más que una cara bonita. Henry Cavill aun no ha logrado parecer imprescindible pero ya es Superman. Su personaje es complicado, porque para el drama cinematográfico, Superman es demasiado poderoso e invulnerable. La película se encarga de mostrar que no es débil, pero sí que siente un afecto incondicional por una especie débil, es decir los humanos. Las muchas referencias religiosas aluden a la idea de que Superman es el salvador. Esa insistencia no anula ni contradice nada de los méritos de la película, solo le agrega una capa más.
No quedan dudas de que es el primer film de una trilogía. Como hace unos años pasó con Batman inicia tal vez se haga un poco largo el prólogo, pero acá las cosas finalmente explotan y hay mucha acción. Quedará ahora por saber cuál es el camino a seguir en la siguiente película. El director Zack Snyder tiene algunos tics visuales muy molestos, como por ejemplo del zoom en las escenas del final del planeta Krypton. El exceso de destrucción de edificios en las escenas del clímax también se pasan un poco de rosca. Esa destrucción no produce entretenimiento, más bien produce angustia, porque tanta destrucción debe producir más muertes de las que la película quisiera mostrar o admitir. Pero son objeciones que pueden no estar para la siguiente película. El personaje de la capa roja ha vuelto a volar y todo parece indicar que ha vuelto, esta vez sí, para quedarse.