El juego del calamar 2 (Corea del Sur, 2024) es en muchos sentidos el ejemplo perfecto de porqué las segundas temporadas de las series suelen ser una gran pérdida de tiempo. El éxito de El juego del calamar (2021) fue tan grande y tan impactante, que era imposible que no hubiera una segunda parte. No es inevitable caer en la tentación de hacer una mala segunda temporada con el fin de seguir ganando plata, mucha más plata. Los méritos artísticos y el éxito monetario no son sinónimos pero tampoco son antónimos. Se podría haber logrado algo bueno. No se logró y, hay que aclararlo ya mismo, El juego del calamar 2 es pura desperdicio tiempo. Tan desperdicio de tiempo es que la segunda parte de 7 episodios no es el final de la serie. Con su final abierto nos invita a esperar El juego del calamar 3. Aún resuena en mi cabeza el escándalo que los burros hicieron cuando el maestro Martin Scorsese estrenó para Netflix El irlandés (2019). Desde Netflix y con la complicidad de los medios que festejan la ignorancia, se dieron indicaciones de como ver la película en partes, ya que esta duraba 209 minutos, es decir tres horas y 29 minutos. El juego del calamar 2 no cuenta ni la décima parte de lo que cuenta el film de Scorsese, para dar un ejemplo, y son siete horas de no ir a ninguna parte. Las series en la era del streaming son enemigas en gran parte de la narración audiovisual rigurosa y exigente y acá estamos frente a otro ejemplo de eso. Para peor, hoy las series no nos permiten ver en desorden los episodios o perdernos algunos. Hay que entregarles horas y horas a algo que podría contarse mejor y en menos tiempo.
La temporada inicial de El juego del calamar fue la culminación de más de diez años de desarrollo por parte de Hwang Dong-hyuk, el creador de la serie. Su sueño era crear una crítica al sistema capitalista y lo que produce en las personas. Como todo sistema dominante, es propio de los artistas el ver su lado negativo y no está mal que así sea, incluso para los artistas que al final del camino, como Hwang Dong-hyuk viven absolutamente felices y beneficiados por dicho sistema. Así como George Orwell en 1984 veía los horrores del socialismo, el realizador coreano hace lo propio con el capitalismo. La diferencia entre ambos es que uno es coherente en sus pensamientos y el otro no. Los demás de El juego del calamar 1 y 2 son bastantes obvios y aunque habla de cosas muy importantes eso no significa que sea profunda o compleja en su contenido. La potencia de esta distopía consiste en la originalidad de sus juegos y las vueltas de tuerca que en ellos se producen. Pero aún así no deja de ser un juego televisivo bien filmado. La segunda temporada está completamente de más, porque ningún juego vale la pena. Todo es mecánico y repetitivo incluso para la propia serie.
Se repiten dos personajes claves, por supuesto, pero no son los únicos. Seong Gi-hun (Lee Jung-jae) ganó el juego anterior, pero regresa y vuelve a jugar con el objetivo de vengarse. Ese levantamiento es lo único que le da algo de interés a la nueva temporada. Lo que Seong Gi-hun no sabe, es que uno de los competidores es su enemigo, Lee Hwang In-ho (Lee Byung-hun) quien es el supervisor del juego pero se hace pasar por competidor. Hay luego un grupo de jugadores nuevos, incluyendo a una joven estrella de las criptomedas, una madre mayor con su joven hijo y una mujer trans, porque la llegada de El juego del calamar a occidente parece haber obligado a la serie a cumplir con las reglas actuales de diversidad. Es la rebelión el único verdadero interés, todo lo demás son las mencionadas obviedades temáticas que acá no cambian. Lo que llevó más de diez años ahora ha llevado solo tres, y hay que decir que se nota. Ver se puede ver, pero debe quedar claro que se trata de un desperdicio de energía sentarse a contemplar pasivamente la manera en la que explotan y arruinan a la gallina de los huevos de oro.