EL PELEADOR SOLITARIO
La antinomia cine industrial vs cine independiente parece, en la actualidad, haberse convertido más en una excusa de mercado que en un hecho de la realidad. Lejos de otras décadas en las que podía percibirse una diferencia notable, hoy los cineastas independientes participan de los premios de la industria y logran una taquilla razonable que los integra al mundo del cine comercial. Así, películas como Sin lugar para los débiles, La joven vida de Juno y Petróleo sangriento pudieron en el 2007 no sólo ser consideradas como las mejores películas por la crítica, sino también por el Oscar y, aunque sin alcanzar a convertirse en grandes éxitos (excepto La joven vida de Juno), los espectadores no pudieron diferenciar -sin conocer un dato extra cinematográfico- que veían un producto que no pertenecía al cine industrial principal (mainstream). Esta tendencia, lejos de ser efímera, no para de crecer. Este año, un director de un origen bien independiente, Darren Aronofsky (recordemos su singular ópera prima Pi), quien ya ha probado suerte con un presupuesto más caro en Réquiem para un sueño, encara una película que no hace más que abonar esta idea de que la antinomia entre esos dos cines ya no existe. Hoy, hacer un film como El luchador, es hacer una película que combina dos géneros: el cine de deportes y el cine independiente. Cabe aclarar dos cosas: que no considero a ésta una mala combinación, y que no creo que se pueda diferenciar un film independiente de uno que no lo es. Al contrario, cuanto más difícil es encasillar, mejor es el resultado. El luchador cuenta la historia de Randy Robinson (Mickey Rourke), un luchador profesional de catch que brilló en la década del 80 y que ahora, en su decadencia, sigue trabajando en un circuito menos importante pero con mayores consecuencias para su cuerpo ya envejecido y deteriorado. Randy tiene una conocida, Cassidy (Marisa Tomei), que trabaja como striper en el club nocturno al que él asiste, y una hija a la que ha dejado atrás. Frente a una crisis terminal, Randy decidirá tomar decisiones para salvar su vida o al menos para reivindicarse. Realizada con un presupuesto bajo y sin las presiones industriales, le bastaron sin embargo algunas exhibiciones en festivales para adquirir prestigio y una fuerte distribución internacional. Lejos de ser una película ardua o compleja, El luchador mantiene todos los tópicos de esta clase de films, en donde un luchador busca mantenerse en carrera. La mirada amarga y algo sórdida que el director le imprime, no le impide ser de fácil acceso, ya que no se percibe intención alguna de alejarse de un camino probado. El resultado es bueno, y Mickey Rourke en el papel de Randy consigue generar eso que pocos actores poseen, la capacidad de fusionarse él mismo como mito cinematográfico, al tiempo que cuenta la historia de su personaje. Ambos, Randy y Mickey están exponiendo su historia frente a nuestros ojos. Luego de su debut en el film 1941, de Steven Spielberg, Rourke alcanza la fama durante los ’80 con varios clásicos de culto del período, como Diner, La ley de la calle, Manhattan sur y Corazón satánico. Nueve semanas y media le dio mucha fama, pero le quitó prestigio y, aunque ya se demostró Rourke como alguien interesado en interpretar a perdedores o marginales, su fama cinematográfica cayó al tiempo que crecía su mala fama fuera de la pantalla, incluso por motivos insólitos como por su carrera de boxeador, que duró entre 1991 y 1995, y que le provocó serios daños en su rostro, que a su vez lo llevaron a cirugías estéticas que aumentaron los cambios en su semblante. Su camino de films clase B no le impidió, sin embargo, interpretar desde hace varios años excelentes pequeños papeles en las más variadas películas. Su regreso, como muchos lo han calificado, ha sido el producto del respeto que él se ha ganado como actor en los últimos tiempos. Su actuación aquí es valiente, poderosa y sincera, no pierde el camino nunca y es posible que de ahora en más le surjan varios años de papeles importantes. Pero Rourke no está sólo en El luchador, una actriz extraordinaria y no del todo valorada lo acompaña. La actuación de Marisa Tomei es uno de los mayores hallazgos del film y juntos forman una pareja inmejorable. La historia es emocionante y logra moverse con inteligencia para conseguir originalidad en un género muy codificado. Hasta el final, El luchador es lo que su título promete, y quienes quieran ver la grandeza de un personaje inolvidable, no saldrán defraudados.