FUERA DE LA LEY
En el año 2002 una serie revolucionó la televisión en Argentina. Se trataba de Tumberos , una serie inclasificable ambientada en el mundo carcelario de nuestro país. La historia era la de un abogado de clase alta que terminaba en la cárcel por un crimen que no cometió y que a lo largo de la serie se iba convirtiendo en el líder dentro del penal. Aunque podía tomarse Tumberos como una denuncia, su original, su surrealismo y su libertad absoluta la convertían en algo que iba mucho más allá de la descripción del mundo tumbero. Aun así, quedaba claro que aquella producción daba en el clavo de una realidad que iba a dominar gran parte de las noticias policiales hasta la actualidad. El marginal es la prueba de que ese universo ha crecido durante la década siguiente y que el mundo de la delincuencia incluye su connivencia entre los presos, los guardias, los directores de los penales, la policía y los jueces. Un mundo de corrupción que la serie demuestra no paró de crecer entre el 2002 año de Tumberos – y el 2016, año de estreno de El marginal.
El marginal tiene que como protagonista a un ex policía que es liberado de una cárcel por un juez con el único fin de infiltrarse en un peligroso penal para resolver un caso que afecta a dicho juez de forma personal. Una banda de carceleros y presos opera en la cárcel a la que el protagonista deberá entrar con una identidad falta para descubrir el paradero de la hija secuestrada del juez. La sospecha cae sobre la banda y para descubrir que ha pasado Pastor Peña deberá infiltrarse y ganarse la confianza de todos los miembros de la banda.
Si bien la serie no tiene la locura desaforada de Tumberos si tiene algunos elementos en común y mucho de su espíritu. Israel Caetano acá no es el principal artífice como lo era en la otra serie pero sí oficia como guionista original, lo que seguramente aporta mucho de los elementos más valiosos, aunque no sea tampoco él el único guionista. El humor de algunos pasajes se mantiene y ciertos detalles dignos de Luis Buñuel también reaparecer, aunque no hay que restarle mérito en ese aspecto a Luis Ortega, gran director, que es uno de los realizadores de El marginal .
Una puesta en escena osada, una fiereza poco habitual para la lavada y aburrida ficción argentina, extraordinarias actuaciones, todo esto convierte a El marginal en una serie que vale la pena ver y de la que esperemos tenga una segunda parte acorde a esta calidad. Varias escenas quedarán entre lo mejor de la televisión argentina de los últimos años, sin lugar a dudas. Incluso en los rubros técnicos, como la dirección de arte, la serie posee una calidad admirable. La construcción de algunos personajes es también de una enorme sofisticación, logrando momentos de genuina emoción con personajes sin lugar a dudas complicados para los espectadores.
No hay que resignarse a la mirada paternalista de quienes soportan la mediocridad de la televisión argentina diciendo que no tenemos los medios para hacer algo tan bueno como lo que se hace en otros países. Cuando llega una serie como El marginal queda claro que con inteligencia y estilo se puede hacer algo digno de ser visto. Es pocas palabras: Si una serie es buena vale la pena verla, si es mala, no. El marginal es tan superior al promedio de la producción de ficción de la televisión abierta argentina que es gracioso que haya competido con otras ficciones locales por algún premio. Pero nada dicen esos premios sobre los méritos de una ficción. Si El marginal seguiría siendo mucho mejor que sus compañeras de rubro. Productores, directores, guionistas, actores y los demás rubros de El marginal muestran que la buena televisión solo depende del talento, que todo lo demás son excusas.