La extraordinaria filmografía de Roman Polanski arranca en Polonia en la década del sesenta, pasa por Gran Bretaña, va a Hollywood, vuelve a Europa, pasando por distintos países y coproducciones. Su vida privada, el mundo y sus problemas con la justicia amenazaron varias veces con detener su carrera. Pasó por diferentes etapas de prestigio e infamia y sobrevivió llegando incluso ganando un Oscar a mejor director por su film El pianista (2002). Cuando una vez más parecía que su carrera estaba terminada, en el año 2019 estrenó El oficial y el espía (J’accuse/The Officer and the Spy) una producción de alto presupuesto coproducida entre Francia e Italia, con un elenco de estrellas del cine francés. Aunque no se puede saber que deparará el futuro, esta película lo muestra en excelente forma como realizador y a la vez muy crítico de la situación actual del mundo, al mismo tiempo que expone su propia experiencia actual como centro de una polémica que resurgió una vez más a su alrededor. Desde que apareció la película, ponerse a favor o en contra de Roman Polanski es una obligación. Boicotear o no la película se convirtió en una posición política que llegó hasta las más altas esferas de Francia. Hubo que cancelar entrevistas televisivas y el propio Polanski no concurrió a varias presentaciones. En lo premios César del cine francés Polanski ganó el premio a mejor director y en el festival de Venecia la película obtuvo cuatro premios. La circulación mundial del film, así como su reconocimiento o rechazo se vio truncado por la pandemia.
La película narra el famoso Caso Dreyfus, ocurrido a finales del siglo XIX en Francia. Alfred Dreyfus (Louis Garrel), capitán del ejército francés, es uno de los pocos judíos que forma parte de la fuerza. Cuando el coronel Georges Picquart (Jean Dujardin) es nombrado jefe de la sección de inteligencia del ejército en 1895, descubre que se usaron pruebas falsas para condenar a Dreyfus, a quien se acusó de pasar secretos militares al imperio alemán. La película cuenta la lucha de Picquart por averiguar la verdad, aun a costa de destruir su carrera o incluso su vida. Mientras tanto, Dreyfus cumple su condena en La isla del diablo. La película se basa en la novela de Robert Harris del año 2013. El autor, amigo de Roman Polanski, fue impulsado por el cineasta a escribirla, debido a su enorme interés en el caso Dreyfus. Sin duda Polanski se sintió siempre cerca de esta historia, una de las más notorias de la historia de Francia.
Roman Polanski, como víctima o victimario, atravesó el siglo XX sobreviviendo al Holocausto donde perdió parte de su familia, un asesino serial en Polonia del que escapó por poco, una masacre en su casa en Hollywood en la que murió su esposa embarazada y finalmente fue acusado en 1977 de tener sexo con una niña de trece años. En este último caso, los cargos eran mucho más graves, pero se redujeron a eso por un acuerdo con la fiscalía, en mitad de ese proceso Roman Polanski huyó de la justicia y no pudo volver a pisar nunca más Estados Unidos. En el 2009 estuvo un tiempo en arresto domiciliario y en el año 2016 se desestimó, posiblemente de forma definitiva, abrir nuevamente el caso. En el camino y hasta hoy otras acusaciones surgieron, todos por hechos ocurridos en la década del setenta. Roman Polanski, casado desde el año 1989 con Emmanuelle Seigner, con quien tiene dos hijos, sigue estando en el ojo del huracán de tanto en tanto. Se han hecho varios documentales y se escrito mucho sobre el tema que tiene tantas aristas como la vida del propio realizador.
Todo este elemento biográfico viene a cuento aquí más que en otros films suyos porque la temática del hombre perseguido y encerrado le es muy cercana al director, aun antes de la década del setenta mencionada. Su obra ha estado marcada por este tema, como films sombríos y claustrofóbicos, filmados en diferentes épocas, países y estilos. Ese es el mundo de Roman Polanski desde siempre. Acá le agrega el elemento histórico y la clara connotación antisemita que la historia ha tenido. Hablar de antisemitismo y de conspiraciones ideológicas en el mundo de hoy, y en la Francia actual, lo vuelve a colocar al director en la parte más alta de la agenda contemporánea. Las multitudes pidiendo la cabeza no solo de Dreyfus, sino también de quien intenta averiguar la verdad, son todo un retrato del mundo de cualquier época, pero muy del presente también. Juzgar sin conocer, tomar partido de forma multitudinaria sin conocer las pruebas, todos elementos que siempre han existido y aun hoy persisten. Tal vez uno de los elementos más interesantes es que el coronel Georges Picquart se reconoce antisemita y aun sin embargo es capaz de dejar todo para defender a un judío ya condenado por la justicia y por la opinión pública. Sus valores van mucho más allá de su mirada personal y ese es uno de los temas de la película y uno de los puntos notables que se desprenden del caso.
Roman Polanski consigue hacer una gran producción de época y al mismo tiempo sostener el drama íntimo del protagonista. Con una reconstrucción de época que alcanza momentos de una minuciosidad apasionante. Polanski se nota fascinado por el espionaje y la investigación de aquellos años y no escatima en mostrar los métodos y los objetos de los especialistas. Los peritos, tan perfeccionistas como corruptibles, también son objeto de observación por parte del director. Es todo un trabajo que este aspecto del film no opaque la lucha del coronel por saber la verdad como tema central. Polanski consigue, además, hacernos recordar lo que es un gran director de cine. En este año escaso de cine real, con los espectadores encerrados mayormente con producciones mediocres de servicios de streaming, aparece un director de cine de verdad. Polanski está en pleno dominio del lenguaje del cine, cuenta de forma clara, fluida, con algunos detalles menos clásicos para algunas escenas, pero esencialmente narrando de forma transparente, sin trucos baratos ni golpes de efecto. Cree en la historia que cuenta, el guión y el tema son contundentes, no necesita otra cosa más que usar su oficio de cineasta.
Para quienes no conozcan el Caso Dreyfus ni el famoso alegato en su defensa que escribió Émile Zola con el título de ¡Yo acuso…! En 1898, la película será además un apasionante film policial. Para todos lo es, pero la sorpresa es más fuerte para los que no sepan nada. También es todo un hallazgo la mirada sobre el espionaje de aquellos años, seguida de forma tan exacta. Pero el corazón de la película es la lucha de un hombre que, a pesar de sus prejuicios, su carrera, su vida privada y pública, entabla una pelea por la verdad y por lo que cree que es correcto. A veces la justicia conspira y a veces la mayoría se equivoca de forma rotunda. Se necesita coraje para enfrentarse a eso y de eso habla esta nueva mirada sobre uno de los casos más famosos de la historia.