LA CASA DE LOS OBJETOS PERDIDOS
Las historias de fantasmas son un género en la literatura y el cine que ha dado innumerables obras clásicas. Desde siempre el arte narrativo se ha sentido atraído por estos temas. Aunque los fantasmas pertenecen, por derecho propio y con orgullo, al cine de terror, la tendencia que dicho género marca en la actualidad parece hacernos olvidar de eso. No se necesita sangre en las historias de fantasmas, aunque sí pueden aparecer algunos momentos truculentos. Y en este siglo XXI dominado por el terror gore (sangre, amputaciones y tortura explícitas hasta el límite) regresar a las viejas y siempre interesantes historias de fantasmas parece una buena forma de recuperar el respeto que el cine de terror amerita. El orfanato se inscribe merecidamente entre los grandes clásicos del cine de fantasmas de todos los tiempos. No es un accidente que se trate de un film español, ya que en dicho país existe una larga tradición de “historias para no dormir”, como se llamaba la famosa serie creada por Narciso Ibáñez Serrador (hijo de Narciso Ibáñez Menta) en la década del 60, y que acaba de tener un resurgimiento de la mano de algunos directores de terror español actual. A España le queda bastante bien el caserón antiguo, la oscura educación católica, las creencias mezcladas de distintas culturas y un verdadero temor por las apariciones del más allá. A los norteamericanos, por el contrario, les cuesta habitar espacios de terror de larga tradición, como bien retrataba con humor en 1887 el irlandés Oscar Wilde con su clásico El fantasma de Canterville. Pensemos que el más sobrio de los films de fantasmas realizado en Hollywood en los últimos años fue Los otros, dirigido por el español Alejandro Amenábar. La ambiciosa Sexto sentido, de M. Night Shyamalan es el único exponente totalmente fiel del género donde en general habitan películas como La maldición o un sinfín de espectaculares y efectistas remakes de los interesantes clásicos del terror japonés, en lo que a materia de fantasmas refiere.
Las historias de fantasmas, las verdaderas, suelen tener la misma estructura. El primer tercio del film es el del puro suspenso, el segundo tercio es del más puro terror y, finalmente, el tercero es el de la tristeza, e incluso las lágrimas por parte del espectador. Porque las historias de fantasmas son, a diferencia de las otras ramas del género, historias de una gran tristeza. Para Occidente estas historias refieren a personas que no han abandonado del todo este mundo, seres que por alguna injusticia o crimen oculto, quedaron en el limbo, trabados entre dos mundos y, en muchos casos, sin tener la conciencia de que es allí, y no en el mundo real donde están habitando. El famoso libro de Arthur Conan Doyle El país de la bruma refiere a ese espacio en donde habitan los fantasmas. Un verdadero fantasma debe inspirar en el espectador más ternura que otra cosa, porque un fantasma se presenta como un victimario, pero casi siempre resulta, en realidad, una víctima. El orfanato cumple a la perfección con el género y nos entrega una de las más bellas, impresionantes y emocionantes historias de fantasmas del cine contemporáneo. Porque hay que agregar algo: si las historias de fantasmas son todo lo que hasta aquí mencionamos, si los fantasmas son niños todo se vuelve más dramático, más triste y más terrorífico. La vida truncada en la infancia, la injusticia alrededor de ella, moviliza más la emoción y los temores del espectador. Porque allí descubrimos que lo que realmente nos conmueve de las historias de fantasmas es nuestro temor a la muerte. La desaparición de nuestros seres queridos y la certeza de que no los volveremos a ver más. Frente a eso, una historia que nos dice que sí los volveremos a ver nos moviliza pues capta nuestra secreta falta de resignación frente a la muerte. Esos seres quedan en nuestro recuerdo y también en los objetos que ellos poseían (por eso un medallón de San Antonio, patrono de los objetos perdidos no es nada casual en este film). De ahí que el guionista y el director pongan el énfasis en esto, y aprovechen la conexión entre el elemento fantástico y nuestro inconsciente, movilizando metáforas muy sólidas y nada irracionales acerca de las motivaciones de la protagonista. Como bien lo muestra el prólogo del film, el orfanato del título es el espacio que la protagonista nunca quiso abandonar. El productor de El orfanato, el mexicano Guillermo Del Toro, dirigió en España, en el 2001, El espinazo del diablo, un film de fantasmas donde la voz en off de un personaje decía: …“¿Qué es un fantasma? Un evento terrible condenado a repetirse una y otra vez. Un instante de dolor quizás. Algo muerto que parece por momentos vivo aún. Un sentimiento suspendido en el tiempo, como una fotografía borrosa, como un insecto atrapado en ámbar. Un fantasma, eso soy yo…” . El orfanato es una película que trata de lo único que no podemos evitar, de aquello que nos espera a todos y que, nos guste o no, casi seguro nos encontrará sin estar del todo preparados. Por eso las historias de fantasmas no deberían dejar indiferente a nadie, ya que son la mejor manera de hablar de nuestros peores miedos.