En una ciudad pequeña en algún lugar del suroeste de Polonia, hay un brutal doble asesinato: una joven prostituta y un activista comunista local. En paralelo, los adolescentes también se suicidan. Witold Wanycz (Andrzej Seweryn), un periodista experimentado y ligeramente amargo, debe escribir sobre el asesinato en el periódico local. Un joven editor que trabaja en la misma oficina editorial, Piotr Zarzycki (Dawid Ogrodnik), hijo de un activista del partido de alto rango, comienza su propia investigación periodística.
Esta serie de cinco episodios de cincuenta minutos cada uno tiene todos los elementos del film noir tradicional. Un misterio que se vuelve más complejo de lo que parecía inicialmente, una investigación llevada adelante por protagonistas que no son policías, una viuda sospechosa, un periodista con un pasado oscuro que bebe e intenta mantenerse afuera hasta que su moral lo obliga a involucrarse.
Los dos protagonistas –ambos periodistas- están en momentos opuestos de su vida. Uno es Witold (Andrzej Seweryn), experimentado reportero que quiere dejar este pueblo, deseo que se postergará por esta investigación. Tiene muchas cuentas pendientes con su pasado, conoce a todos y todos lo conocen en el pequeño pueblo. El otro es Piotr (Dawid Ogrodnik) es un joven recién llegado que quiere hacerse un nombre en su trabajo y, de paso, descubrir toda la verdad de este crimen. Su joven esposa está embarazada y el matrimonio está en crisis. Entre ambos buscarán entender lo que ha pasado.
A medida que avanza la historia se van descubriendo más cosas sobre el pueblo y su gente. El estado policial al que están sometidos por culpa del comunismo. La vida miserable y gris a la que han sido empujados después de la Segunda guerra mundial y una Polonia que para principios de los ochenta parecía atrasar veinte años. La reconstrucción de época es tan perfecta como agobiante. Cada detalle está logrado y el clima de la historia depende en parte de esta minuciosa reconstrucción. El pantano (o más bien el barro sería) del título alude tanto al lugar donde se cometieron los homicidios, un bosque húmedo e inquietante, como a la situación política de los últimos pero duros años del comunismo en Polonia. La serie es estéticamente sobria y sin esteticismos, los colores son los de aquellos años en Europa del este y como toda historia de film noir son mejores los climas que el desenlace, tal vez un poco alargado dentro de una serie de alto nivel e impacto.