Manuela (Judy Garland) está a punto de casarse por compromiso. En el fondo de su corazón sueña con el amor más apasionado del mundo, con el pirata Macoco. Antes de casarse pide permiso para realizar un último viaje de soltera. Aunque no va sola, sino con una chaperona, igual conoce a un hombre. Ese hombre es un actor, mago y bailarín llamado Serafín (Gene Kelly). Se cruzan frente al mar y ella lo rechaza por atrevido. Pero esa noche ella se sienta atraída hacia el ruido de un espectáculo en las calles. Es Serafín y su troupe. Manuela es hipnotizada por él, quien descubre sus fantasías con el mítico pirata Macoco. Entonces Serafín decide hacerse pasar por el corsario con el fin de poder llegar al corazón de Manuela. El engaño no parece tener consecuencias graves hasta que descubrimos que el poco agraciado, aburrido y formar prometido de Manuela es el verdadero pirata Macoco que ha decidido ocultar su verdadera identidad. Basta con esta sinopsis para entender lo increíble que es El pirata (The Pirate, 1948) de Vincente Minnelli. Cada detalle del guión de este extraordinario musical es perfecto. Los números musicales son inolvidables (las canciones son de Cole Porter) y las escenas de comedia son de lo más gracioso que se ha hecho en la historia del cine. Todo tiene un tono delirante y alocado. Judy Garland y Gene Kelly combinan a la perfección, tienen química, un talento superlativo y se potencian en cada instante que comparten en la pantalla. Esa diversión en estado puro, ese estado de felicidad que la película consigue, es parte de una idea que va mucho más allá. El pirata es una declaración de amor al cine, al arte de la representación, al artificio, a la vida mejorada a partir del trabajo de los comediantes. La película es simple, directa, pero sin embargo tiene mucho para decir. El pirata real de la historia es horrible, cruel, miserable, incluso es tacaño y feo. El pirata del que está enamorada Manuela es el pirata de la ficción, de las novelas de aventura y, por extensión, del cine. La película también es una defensa del amor apasionado y sexual, cada escena deja eso en claro. Una declaración contra la rutina y el mandato social, defendiendo siempre la libertad de la protagonista para decidir. El pirata del mundo real no es un aventurero, es un hombre de negocios solo preocupado por el dinero. Este ladrón no es un rebelde, es la representación más gris del sistema. El deseo sexual y romántico de la protagonista es el centro de la trama y la felicidad solo existirá en su vida si ella se deja llevar tanto por sus impulsos como por sus más profundas convicciones. El famoso número musical “Be a Clown” es el corazón mismo de la película. “Sé un payaso, se un payaso, todo el mundo ama a los payasos” es la manera en la que Minnelli nos dice que el arte es fundamental para el mundo, pero también que el arte divertido y el humor lo son aun más. La misma canción -con algunas modificaciones- sería uno de los puntos más altos del musical Cantando bajo la lluvia cuatro años más tarde, otra declaración de amor hacia el cine. Poco conocida en relación a otros musicales de la época, El pirata es una verdadera joya en Technicolor producida por MGM y no ha envejecido nada.