Un viajero en el tiempo llamado Adam Reed (Ryan Reynolds) escapa del 2050 para realizar un misión que lo lleva al año 2022, donde se encuentra con él mismo pero de 12 años. La versión niño de Adam sufre el bullying de sus compañeros mientras acarrea la pena de haber perdido a su padre Louis (Mark Ruffalo) un año atrás. Su madre Ellie (Jennifer Garner) intenta seguir adelante sin poder encaminar a su hijo. De los dos Adam depende el futuro de la humanidad.
Hay dos películas que conviven en El proyecto Adam, la comedia con un costado sentimental y la película de acción. Sumadas dan un producto entretenido pero a la vez desparejo. Mientras que la comedia de afianza escena tras escena, la otra trama es mecánica y sin mayor interés. Los villanos no tienen el más mínimo peso y tampoco importa qué es lo que están buscando. Toda la gracia vuelve una y otra vez a la relación padre e hijo, que en este caso es padre y dos veces el mismo hijo. Allí está la verdadera película. El Adam ya adulto que le muestra al Adam de doce años que no debe dejarse llevar por la tristeza ni rendirse frente a los problemas. Como película de viajes en el tiempo pasa por alto casi todos los elementos interesantes posibles, dejando solo espacio al simple mensaje de que el tiempo debe ser aprovechado.
Shawn Levy es experto en películas divertidas y desparejas, con resultados que cumplen pero no llegan mucho más allá. Una noche en el museo y Free Guy son dos ejemplos. Aquí se divierte emulando algunas escenas del cine de Spielberg y de la trilogía inicial de Star Wars. Los únicos momentos con identidad visual son justamente esos. También se divierte volviendo a juntar a Garner y Ruffalo, la pareja de Si tuviera treinta (13 Going on 30, 2004) y coqueta con la comedia Mi encuentro conmigo (The Kid, 2000) y Desafío al tiempo (Frequency, 2000). Pero al no elegir ninguna dirección concreta se concentra en divertir sin demasiada coherencia.
Un material lleno de posibilidades aprovechado a medias. Con algunas buenas bromas, buenos actores y alguna situación bien lograda. Ni un solo tema complicado es tratado con profundidad y la película se jacta de tener una alocada inconsistencia para resolver el guión. Ryan Reynolds se aferró a Netflix y no sé si alguna vez soltará. Comparado con otras cosas que hizo para esta empresa acá sale un poco más airoso. A pesar de ser una gran producción, es una película un poco más humana que los mamotretos insufribles de Alerta roja y Escuadrón 6. Sus dotes de comediante están intactas, pero está para mejores películas. La evocación de El campo de los sueños (1989) que en un momento aparece en el El proyecto Adam no hace más que exponer lo vacío y lejano que se ve el cine actual. Una comedia familiar de viajes temporales que parece de fines de los noventa mezclada con una trama con demasiados efectos visuales al estilo de los ochenta.