El sombrerero loco (The Mad Hatter, Estados Unidos, 2021) está a punto de conseguir uno de los más difíciles logros para una película de terror mala: ser tan mala que podría llamar la atención. No lo logra, son simplemente noventa minutos de vida que se pierden mientras uno observa que llega a todo el mundo una película que no merece ser vista bajo ningún tipo de lectura. No es divertida, no es graciosa, no asusta y no sorprende tampoco.
Un profesor de psicología les ofrece a sus alumnos participar de un experimento yendo a pasar unos días a una mansión supuestamente embrujada que perteneció a un adinerado fabricante de sombreros que practicaba orgías hasta que un incendio provocó una masacre. El sombrero loco del título no tiene una conexión con el libro de Lewis Carroll Alicia en el país de las maravillas así que el único motivo para acercarnos a la película debe ser descartado. Por supuesto tampoco con el villano de DC Comics. Ni eso nos ofrece.
Pero no todo es negativo. El único motivo para que este film entre en un diccionario del género de terror es la presencia de Michael Berryman, famoso actor del género, recordado por siempre y para siempre por su rol en la película de Wes Craven La colina tiene ojos (The Hills Have Eyes, 1977) entre varios otros títulos de terror, ciencia ficción y algunas comedias. Un rostro tan inusual que, al menos por un momento, nos despierta del aburrimiento.
Con una gris resignación la película decide moverse entre títulos como Mansión embrujada (House on Haunted Hill, 1959) o La casa embrujada (The Haunting, 1963) con sus correspondientes remakes y también algo de Línea mortal (Flatliners, 1993), remake incluida. Para lo único que sirve El sombrero loco es para valorar a las películas que intentan hacer algo bueno y les queda mediocre, porque incluso esas tienen más valor que esto. Aplausos y mi más sentido pésame para todos los que la hayan visto completa con su previsible y anunciado final.