El último zombi es una película de terror argentina que tiene todos los elementos de guión adecuados para el género. Su sensibilidad clásica y su inteligencia para armar personajes se chocan con una puesta en escena que si bien es prolija, no consigue nunca el suspenso y la tensión propias de este tipo de películas. A veces, cuando no hay verdadero drama, la variedad de planos y el montaje generan algo mucho más intenso de lo que realmente es. Se podría decir que, de alguna manera, le faltan planos a El último zombi para poder plasmar todo lo bueno que tiene en la teoría.
El protagonista es Nicolás Finnigan (Matías Desiderio), un científico que viaja a un balneario de la costa siguiendo los pasos de otro médico que se encuentra allí. El lugar de descanso donde ambos se encuentran parece pacífico pero encierra un peligro extremo. Cuando la plaga zombi arrasa con todo, Finnigan y los demás hospedados deberán intentar sobrevivir. Aunque los efectos de la película son limitados, el estilo de presupuesto bajo no le juega en contra en ese aspecto. No pensemos en una superproducción sino en un film como Yo caminé con un zombi (1943) de Jacques Tourneur, salvando las distancias, por supuesto. El actor que ocupa el rol principal es de lo mejor que tiene esta película a la que le faltan varias cosas para estar a la altura de sus claras ambiciones.