Hay varios motivos por los cuales Enigma en Paris (The Cars That Ate Paris, Australia, 1974) entra merecidamente en la historia del cine. Los autos que devoraron París hubiera sido un título más exacto pero los caprichos de las traducciones son así. La película es, para empezar, la opera primera de Peter Weir, el más importante y talentoso realizador cinematográfico surgido de Australia, un director que aquí debuta en el largometraje de ficción e inicia una carrera ascendente que crecerá incluso más cuando vaya a Hollywood. El director de películas como La última ola (The Last Wave, 1977), El año que vivimos en peligro (The Year of Living Dangerously, 1983), Testigo en peligro (Witness, 1985), La costa Mosquito (The Mosquito Coast, 1986), La sociedad de los poetas muertos (Dead Poets Society, 1989) y Capitán de mar y guerra (Master and Commander: The Far Side of the World, 2003) tiene acá un comienzo de cine de bajo presupuesto y estilo australiano a más no poder.
La película pertenece por su estructura y temas al cine de terror y dentro de su país a lo que se conoce hoy como “Ozploitation” es decir el cine de explotación australiano. Se trata de películas de géneros no prestigiosos, como películas de terror, de sexo, de artes marciales o, como ocurre aquí, de autos. Todo marcado por la introducción de la calificación R y la posibilidad de hacer un cine al límite de lo permitido. Vistas hoy, algunas de ellas parecen muy livianas, pero en su momento fueron consideradas excesivamente violentas y sangrientas. The Cars That Ate Paris no fue la excepción a eso. Ese furor coincidió con la “Nueva ola Australiana”, un esplendor de nuevos cineastas y variadas propuestas que rompieron las fronteras del país y a partir de Estados Unidos se abrieron al mundo. De todo el cine de Peter Weir esta es la única película de explotación, aunque sus siguientes dos films sí entrarían en la nueva ola, de la cuál, como dijimos, Peter Weir es el máximo exponente.
The Cars That Ate Paris transcurre en un pueblo rural ficticio llamado París. La escena inicial es una pareja que, imitando a los comerciales de cine de aquellos años, viaja feliz por la carretera hasta que ocurre un terrible accidente. La idea de Weir era jugar con la idea de que todavía estaban las publicidades y la película no había comenzado. El remate era doblemente fuerte por esa estética inicial. Luego sí, entendemos de qué trata la película. En ese pequeño pueblo los habitantes viven de lo que consiguen a partir de los accidentes automovilísticos que ellos mismos provocan. Se quedan con todo lo valioso y eso mueve su economía. Los sobrevivientes son llevados al hospital, donde les practican una lobotomía y hacen experimentos con ellos, mientras que los restos de los autos son usados por los jóvenes del pueblo para hacer vehículos modificados.
La excepción será Arthur Waldo (Terry Camilleri) a quien el alcalde del pueblo decide invitarlo a su casa luego de que Arthur y su hermano fueran otras víctimas de los habitantes de Paris y del cual solo Arthur sobrevivió. Arthur tiene fobia a manejar por un accidente del pasado, por lo cuál se adapta al pueblo a pesar de que va percibiendo la locura de sus habitantes. Como el Truman de The Truman Show (1998) no logra abandonar su encierro. Como dato curioso hay que mencionar que Terry Camilleri haría un pequeño papel en The Truman Show, era el hombre que mira el programa en la bañera y festeja el final liberador del personaje. Una conexión que pocos conocen entre ambos films.
The Cars That Ate Paris no fue un éxito de taquilla y su fama se debe a una creciente condición de cine de culto, en parte por su director, pero en parte por la influencia en el cine de los siguientes años. Se presentó en el festival de Cannes fuera de competencia debido a lo violenta que era, pero eso le funcionó más como una idea de marketing que otra cosa. Sin embargo, cuando se estrenó fuera de Australia, la película se movió por el circuito de cine arte y no el comercial, lo que volvió imposible que tuviera buenos resultados comerciales. Pero una vez que otros cineastas las vieron, comenzó una ola de imitaciones e inspiraciones que llegan hasta nuestros días.
Roger Corman y Paul Bartel tuvieron como una evidente influencia esta película para realizar Carrera mortal 2000 (Death Race 2000, 1975) y fue Corman el encargado de distribuir -con alteraciones- la película de Peter Weir en Estados Unidos. Si esa influencia casi secreta no fuera suficiente, en Australia comenzó una ola de títulos de ciencia ficción, acción o terror vinculada con los autos. Por supuesto que esa moda incluye a la más notable de todas esas películas: Mad Max (1979) de George Miller, protagonizada por el norteamericano radicado en Australia Mel Gibson. Más notable es la influencia en la secuela, Mad Max II (1981). Todo auto raro, exótico y absurdo le debe algo al film de Peter Weir. El escarabajo lleno de picos puntiagudos o el auto con una especie de dientes son la marca imborrable de este clásico del cine australiano.
Más allá de la mencionada conexión con The Truman Show, este film de terror con aires de western y bastante comedia muestra los primeros borradores de un choque de culturas que sería la marca de varios títulos claves del director. Pero todo choque es drama -acá en la doble definición de choque, claro- y la mayoría de las películas tienen enfrentamientos. Los productores del film, por otra parte, volverían a apostar por Peter Weir en sus siguientes películas, las que de forma definitiva lo colocarían en un lugar imprescindible en el mapa del cine mundial. Pero esa es otra historia, acá solo estamos viendo el inicio de su carrera.