POSESAS
La rutilante Julia Roberts interpreta a la reina (The Queen). Su paradigmática figura está al servicio de un cuento infantil, que, en este caso, sube un poco la edad de sus destinatarios. El problema es la belleza que ella envidia, no porque sea una mujer estéticamente fea, sino porque es la oscuridad de sus malos sentimientos la que la hace desear aquello que no tiene la que la vuelve fea/mala.
El tema aquí es belleza, como el último transcendental del ser, aquel que completa a los demás (uno-bueno-verdadero), el que los reúne en su esplendor, aquello en lo que la percepción se deleita. La belleza reclama apertura al mundo; nada más lejos que aquella choza lúgubre en el medio de aguas gélidas, que se erige como inframundo donde habita la imagen duplicada de la reina. Blancanieves (Lily Collins) quiere salir de la torre donde estuvo prisionera; es la belleza la que la empuja para que luche contra la tirana. La impostora está consumida por una negatividad que la desdobla, enajenada por la inseguridad de perder su fachada, que duplica la maldad. La reina está poseída por todos esos sentimientos egoístas, actúa por sí misma y por su reflejo (quien manipula fuerzas de la magia negra). Este despliegue maligno será contrarrestado por el deseo de otra mujer que no busca la belleza, la posee, y cuando ella toma la iniciativa en su vida es esa belleza la que le alerta sobre lo injusto y la que la hará modificar su vida.
Un gran aporte de esta película es instalar que el mal no tiene nada de positivo, las sagas Crepúsculo (Twilight), La chica de la capa roja< (Red Riding Hood), Déjame entrar (Let Me In), por mencionar algunas, trataban con cierta benevolencia a los personajes que representan al mal. Considerando la mayoría del público destinatario, esto resultaba alarmante. El éxito, la preferencia, era para con esos referentes malignos, construcciones que intentan consolidar algo que por sí mismo no tiene la misma entidad que lo que es, algo que como tal no existe y que por lo tanto, de esa nada, nada plenificante puede surgir. Espejito, espejito ofrece una acertada visión del mal: la circunscribe a la reina y a su deseo de belleza. Aquí el mal es deseo de un personaje (experiencia humana), negación, como decíamos antes.
Los colores manifiestan el antagonismo de la reina hasta el último minuto (nos referimos a los créditos del film) de Espejito, espejito. La belleza requiere armonía, colores que no compitan entre sí la tensión blanco negro se jugó en los espacios de Blancanieves y la reina- sino que se suavicen la imagen para hablar de un cambio de estado general de todos los personajes. Ya en las preliminares de ese giro benévolo, los altos contrastes casi monocromáticos van dejando espacio a armonías compuestas por variedad de tonos, siempre fríos, ya que el reinado de la hostilidad no se ha terminado. Este aviso que nos da el color es un guiño que aporta valores a su público, quien quizás preso de las modas monocromáticas de las sagas Crepúsculo (blanco-rojo), encuentre en ese irresistible musical final una pista para seguir creciendo: buscar la belleza no es malo, si la entendemos ampliamente como armonía, bienestar, conocimiento, esplendor, como ya lo dijeron por ahí, la belleza va a transformar a quien se deje poseer por ella.