En la segunda parte de la década del cincuenta una famosa estrella del western y un veterano director unieron sus fuerzas para realizar un grupo de películas hoy conocidas como Ranown Cycle. El actor era Randolph Scott y el director Budd Boetticher. Las películas de este ciclo fueron Seven Men from Now (1956), The Tall T (1957), Decision at Sundown (1957), Buchanan Rides Alone (1958), Ride Lonesome (1959), Westbound (1959) y, finalmente, Comanche Station (1960). Aunque tanto el actor como el director tienen una importante carrera previa, este vínculo creativo dentro del western les otorgó un lugar de privilegio en la historia del cine, elevándolos al nivel de los más grandes exponentes del género. No existe un experto en western que no los incluya en listados, teorías o modelos del género. Para Boetticher fue el cierre de una gran carrera y sus trabajos posteriores fueron menores. Para Randolph Scott fue un broche de oro luego de una exitosa trayectoria, aunque su anunciado retiro luego de Estación Comanche se postergaría dos años para realizar, junto a Joel McCrea, una obra maestra final, Pistoleros al atardecer (Ride the High Country, 1962) de Sam Peckinpah.
Estación Comanche resume a la perfección el mundo del ciclo Ranown, nombre de la productora de Randolph Scott. La película arranca con una larga secuencia casi sin diálogos, donde un cowboy se encuentra con un grupo de indios en lo que parece un trueque comercial de ciertos objetos por caballos. No se ponen de acuerdo y pronto entenderemos el problema, lo que Jefferson Cody (Randolph Scott) busca es una mujer blanca cautiva de la tribu. Finalmente lo llevan a su asentamiento y allí sí se produce el canje. La mujer no lo conoce y él no conoce a la mujer, simplemente ha ido al rescate cuando escuchó el rumor de una mujer capturada por indios cuando iba en la diligencia de Lordsburg.
Ambos iniciarán el camino de retorno hacia el hogar donde ella vive con su marido. Pero no faltarán peligros y cuando llegan a la estación Comanche del título esta está cerrada. Llegan, eso sí, tres cowboys, entre ellos Ben Lane (Claude Akins), un viejo conocido de Cody, aunque no amigo, más bien lo contrario. Allí nos enteramos de que el marido de Nancy Lowe (Nancy Gates) ofrece una recompensa de 5000 dólares por el regreso al hogar de su esposa. Y eso es todo, simple, directo, con conflictos muy concretos, aunque con vueltas de tuerca y matices notables. Estación Comanche juega al difícil oficio de hacer películas complejas con una superficie sencilla y clara. Parte de los méritos de la película están en su guionista, Burt Kennedy. Él formó parte del ciclo Ranown, aunque no de todos los films. Escribió muchos otros largometrajes, dirigió varios y su última firma notable fue el ser uno de los dos guionistas de Cazador blanco, corazón negro (White Hunter, Black Heart, 1990) de Clint Eastwood.
Cody es un clásico personaje de western en general, pero de Boetticher en particular. Pocas palabras, un pasado doloroso, honesto, valiente, heroico y con un sentido del humor amargo y estoico. Se sostiene en la adversidad y no se desvía de sus obligaciones. Su misión la cumple sin que el dinero o el deseo lo saquen de eje. Tan fiel es a su misión que de hecho esta es anterior y tal vez posterior a la que trata la película. Como un guardián suelto en el desierto, él vive haciendo lo correcto sin importarle nada más. Tal vez sane sus heridas, o tal vez pueda alivianar su dolor momentáneamente haciendo lo justo. Su palabra tiene valor y su honor no está en riesgo. Por supuesto que los villanos son lo contrario, aunque son villanos compañeros de ruta. Los dos jóvenes hermanos que acompañan a Lane entienden el conflicto moral y diferencian lo bueno de lo malo, incluso siendo uno de ellos dos analfabeto, ambos reflexionan acerca del destino de un hombre. Son dos cowboys existencialistas, pero no intelectuales. Lujos del cine de Boetticher.
Estación Comanche dura tan solo setenta y tres minutos y no necesita más para ser una obra cumbre del género. El final responde todas las preguntas y es uno de los más conmovedores de la historia del cine. Pocas veces se pudo resumir tan bien el universo del western como aquí. Una película que en su imponente uso del Cinemascope, nos permite entender el valor narrativo, artístico y moral del género cinematográfico americano por excelencia.