Peliculas

EXTRAÑOS EN LA NOCHE

De: Alejandro Montiel

DOS PERSONAJES EN BUSCA DE UN MEJOR GUIÓN

La comedia romántica es un género muy complicado. Porque a la comedia, qué es un género complejo en sí mismo, hay que agregarle una historia de amor, hecho que suma un complicación más. Es decir que se debe equilibrar las risas con la emoción sin perder el rumbo a pesar del cambio de tono. Si a eso se le suma una historia policial, entonces ya son tres las cuerdas que hay que ajustar. Si ajustarlas por separado es ya de por si difícil, juntas es una tarea realmente engorrosa. Para peor, los espectadores conocen esos géneros y diferencian un producto inspirado de uno fallido. No se puede decir que Extraños en la noche sea un film que intente abarcar demasiado, ya que a pesar de todo lo que le falta para funcionar, igual tiene la acción totalmente concentrada en la pareja protagónica. Y, a diferencia de casi todas las comedias románticas nacionales, los dos personajes protagónicos están bastante equilibrados. Aun cuando Julieta Zylberberg es proporcionalmente menos famosa que Diego Torres, la película no descuida que se trata de una historia de pareja y no se convierte en un show del actor y cantante. El problema es que el guión no funciona y eso debilita todo el trabajo de los actores que, a pesar de su carisma, se ven obligados a lidiar con diálogos imposibles y situaciones que de tan forzadas los dejan, en más de un momento, en problemas. Las buenas intenciones no alcanzan. No hay actor que pueda hacer reír con un diálogo mal hecho. Nadie aboga por un film realista, pero sí se pretende que al menos tenga una lógica interna impecable. Aun así, la película no es un producto infame, que esto quede claro. Aunque tampoco su destacada factura técnica –sonido, montaje, fotografía- logra encontrar el film que se merece. No es fácil escribir un buen guión, pero si se llega al rodaje sin haber alcanzado un cierto nivel, toda la película se verá entonces afectada. Extraños en la noche es prueba de esto. El guión es la plataforma sobre la cual se construye un film, y más aún si es de género. Si esto falla, el resultado es obvio. Una ironía final, casi una paradoja, es que los mejores momentos de la película sean aquellas escenas en las que Diego Torres se parece más a Diego Torres. Cuando se arma un video clip con la balada romántica que su personaje se negaba a escribir (insólito este detalle, por cierto) es cuando el film cobra más vuelo. Cuando se asoma la estrella de la música popular, toda la película se ilumina. Tal vez debería retomarse la tradición de su madre, Lolita Torres, y hacer un film de puro disfrute, con canciones y humor, sin tanta vuelta. Repito, una paradoja, ya que el protagonista desprecia ese estilo musical que, justamente, es lo que hace que el actor y cantante lleve gente al cine. Torres y Zylberberg se lucen cuando se salen del guión y su gestualidad muestra su carisma. Buenos actores secundarios –en particular Laura Conforte, Alexia Moyano y Fabián Arenillas- y bellas locaciones terminan de armar una película que no funciona porque el guión no funciona, y lamentablemente eso empantana todo el proyecto de forma insalvable.