Peliculas

FAST FOOD NATION

De: Richard Linklater

UNA TEMPORADA EN EL INFIERNO

Detrás de una película inteligente siempre hay, claro, un director inteligente. Richard Linklater es un cineasta independiente con una carrera muy particular. Posee en su haber los más variados films, de distintos géneros y tonos, pero la característica común de todos ellos es que son siempre ricos en contenidos y, extrañamente también, una fuente notable de entretenimiento. Sus primeros títulos fueron claves en el resurgimiento del cine independiente de la década del ’90, y ya en 1995 consigue un verdadero hit dentro de ese tipo de cine al realizar el clásico del cine romántico Antes del amanecer (1995). A pesar de su éxito y de haber aceptado proyectos más comerciales, ha mantenido siempre un espíritu de rebeldía que es la misma esencia de su cine. Richard Linklater no es un iconoclasta cínico y amoral, y siempre ha mantenido un espíritu romántico y una mirada sensible sobre el mundo, más allá de la crudeza o el pesimismo de algunos títulos.

La horrible verdad
No se puede decir que Fast Food Nation sea una película pudorosa, de hecho elige, justificadamente, el mostrar antes que el insinuar, justamente porque uno de los ejes del film consiste en finalmente ver aquello que todos sospechan, pero nadie quiere afrontar. No hay nada que nos tome por sorpresa, al contrario, sabemos, desde el comienzo, que vamos a enfrentarnos a una verdad horrible, a un shock emocional que intentamos negar pero que igualmente existe y aparece frente a nuestros ojos. Así, el film no promete adentrarse en un doble horror, en el de la comida rápida hecha en condiciones de salubridad completamente impresentables y la de la explotación de los inmigrantes que trabajan para el matadero donde se hacen las hamburguesas. Pero eso, aunque suene contradictorio, es poco comparado con la complejidad y la trascendencia de un discurso que va mucho más allá de tan impactante y ambiciosa denuncia. Con un estilo de film coral -muchos personajes comparten el protagonismo del film- la película parecía destinada al prestigio de muchos otros films corales que han llegado a ganar premios a la largo del mundo. Pero ni la mencionada coralidad ni el importan elenco de actores que interpretan los roles ha podido hacer que la película pudiera ser festejada en espacio alguno. Hacerlo, sería aceptar algo más que una denuncia, sería admitir que el sistema en el que vivimos parece estar en su peor momento.

Festín diabólico
Aunque le llevará un tiempo al espectador desear comer otra hamburguesa hay que decir que lo más interesante es que, a pesar de lo dicho, la película no es -y que error grave sería creerlo- un llamamiento a no comer carne. Fast Food Nation es un retrato del sistema capitalista deformado hasta límites monstruosos. Lo que Linklater dice de las hamburguesas lo está diciendo de los aparatos electrónicos, la ropa, los autos y hasta las películas, y por supuesto también del trabajo y de las personas. Todo es más veloz, más acelerado, el sistema construye y destruye, todo pasa y nada queda, entonces comienzan las fallas, los errores, y finalmente los horrores. Frente al shock visual que representan las escenas del matadero, no menos fuerte son las escenas donde vemos como la vida humana ha perdido completamente su valor. La cadena de cinismos, miedos, negaciones y finalmente complicidades que llevan a que todo sea peor cada día en el sistema, producen un efecto mucho más fuerte que las imágenes, aun cuando ambas facetas del film tengan valor y ambas estén justificadas. Peor que comer una hamburguesa contaminada es el sistema neoesclavista con el cual se sostiene esta y otra industrias.

Forma y contenido
Claramente un film como esté podría haber sido un documental. Pero Linklater está mucho más interesado en la ficción que en el documental. Cómo en un buen film de denuncia, nos adentramos a la trama a través de personajes que no saben lo que ocurre. Varias historias van desde el inocente ejecutivo de la empresa que busca averiguar que pasa con la fábrica de hamburguesas, los inmigrantes ilegales que buscan un futuro mejor trabajando en Estados Unidos y los jóvenes que trabajan para los locales de comida rápida. El retrato humano de todos ellos es lo que consigue potenciar la efectividad del relato, algo que el documental quizá no podría haber logrado. El talento indiscutible de Richard Linklater para construir diálogos jugosos, naturales y profundos a la vez, se vuelve a demostrar en este film, donde además sigue siendo coherente con su espíritu rebelde y contestario. Si Linklater había podido hacer un film político aun en una maravillosa comedia para toda la familia como era Escuela de rock y también lo había logrado en un film como La pandilla Newton, era esperable que lo hiciera también aquí. Y tal vez por su experiencia en tantos otros films de variado tono y estilo, el realizador consigue hacer una película que no pierde el rumbo y que consigue sostenerse como tal, más allá de su denuncia. Es cierto que nadie puede hacer la vista gorda frente a la claridad del discurso, pero una vez más, hay que insistir en que se trata mucho más que de una historia puntual, como bien lo marcan varios pasajes del film. Finalmente, y como todo el cine de Linklater, su romanticismo no está ausente. No por nada pone en su actor fetiche Ethan Hawke el siguiente diálogo: “Si la suficiente gente empieza a pensar en algo e intenta hacer algo realmente, puede hacer que las cosas mejoren”, también dice: “no hay que esperar, hay que hacer”. Richard Linklater ha hecho esta película que es una invitación a mantenerse lúcidos y alertas, sin resignarse a los horrores del sistema.