Vidriera

Ferrari

De: Michael Mann

En el verano de 1957, el empresario italiano Enzo Ferrari prepara su equipo de carreras para la Mille Miglia, una carrera de resistencia en carretera abierta de mil millas y salir de los problemas que tiene su empresa. Ferrari y su esposa, Laura (Penélope Cruz), enfrentan crisis tanto domésticas como profesionales, y lloran la muerte de su único hijo, Dino, que murió un año antes. Aunque ha impedido que Laura se entere de sus infidelidades, la amante de Ferrari, Lina Lardi (Shailene Woodley), lo presiona para que le conceda a su hijo ilegítimo, Piero, el nombre de Ferrari a medida que se acerca su confirmación. Esa es la historia que narra Ferrari (2023) la nueva película dirigida por Michael Mann.

Lo primero que hay que decir es que se trata de una biografía fuera de los cánones habituales de este género tan transitado en los últimos años por el cine norteamericano y también de otros países. Esa fórmula para ganar premios que les ha dado buen resultado a tantos cineastas mediocres, no encuentra en Michael Mann a un nuevo adherente.  Lo que tiene de particular la película es que su protagonista, interpretado magistralmente por Adam Driver, no hace ningún esfuerzo por caernos bien. No es el retrato de una persona agradable con la que uno se pueda sentir identificado fácilmente. Mann busca mostrar la historia de un visionario, de un empresario descomunal y de una marca que es una de las más importantes y famosas que existen en el mundo.  Un buen director sabe que al narrar hechos históricos y conocidos debe hacerlo de forma tal que mantengan el suspenso y el drama aunque todos podamos saber cómo terminan. Pero además, en ese caso, el protagonista no es agradable, por lo que la identificación lineal y sencilla necesita algo más de sofisticación. Mann no lo juzga, pero lo observa con la fascinación de quien mira a quien cambió la historia.

Michael Mann cambió la historia de la televisión con dos grandes series, División Miami e Historia del Crimen y en cine aportó varios clásicos, de Cazador de hombres a Colateral, aunque hoy por hoy es Fuego contra fuego el título más influyente en los cineastas contemporáneos. Su estilo visual aparece en Ferrari en todo su esplendor. El drama íntimo y el retrato del personaje no le impide lanzarse de manera contundente a la acción, en lo que en cualquier otro momento de la historia hubiera hecho de esta película un clásico. Hoy, ir contracorriente, solo lleva a un cineasta a cierta marginalidad. Pero una buena película perdura más allá de que en su estreno haya quedado en un segundo plano con respecto a sus contemporáneas.

Es posible que, hablando de paradigmas actuales, el hecho de que Mann haya elegido filmar la película en inglés hoy no sea aceptable para los tiempos que corren, pero eso permite que elija los actores que él quiere para contar la historia de un personaje que deseaba retratar. El Enzo Ferrari de este largometraje es atractivo porque muestra el lado oscuro de un hombre con un objetivo al que no le importa mucho el alrededor ni el que dirán. Sus logros no parecen estar separados de su egoísmo, su obsesión y su ojo siempre puesto en conseguir lo que se propone. Una mirada nada complaciente de una persona que cambió la historia. El propio Adam Driver parece entender esto y construye a su personaje sin juzgarlo, sin intentar opinar sobre él, compenetrado con la naturaleza de Ferrari. Todo esto convierte a este gran film en una película madura, compleja y atractiva. Qué no haya obtenido nominaciones al Oscar parece ser el elogio final que demuestra su verdadero valor.