Como el protagonista de The Truman Show, el personaje principal de Free Guy vive en un mundo que no es lo que él cree. Como Buzz Lightyear, tendrá la dura noticia de que solo es un personaje, en este caso de videojuego. El hombre de la camisa azul (Ryan Reynolds) trabaja en un banco y vive siempre su jornada en una ciudad donde los personajes con lentes hacen lo que quieren y el resto se limitan a ese mundo de acciones repetidas. Free City es una mezcla del GTA y el Fortnite, más un sinfín de influencias y referencias de todo tipo.
Cuando este personaje decida cambiar su vida generará en el juego situaciones inesperadas y en sus jugadores sorpresa y admiración. Millie (Jodie Comer) es una programadora enojada con el dueño de la compañía que vendió el juego, participa como jugadora buscando algo que demuestre que le robaron sus ideas. Cuando el avatar de Millie se cruce con Guy, todo el mundo del juego se pondrá patas para arriba.
Free Guy es, por encima de cualquier otra cosa, una película muy divertida. Tan divertida que vale la pena destacarlo. Dista de ser perfecta porque se las ingenia para ponerse sentimental fuera de la historia del protagonista, lo que le quita algo de energía a la historia. Parte de la diversión está dada por su gran protagonista, Ryan Reynolds, cuyo talento de comediante encaja perfectamente con el personaje.
Pero el sentimentalismo mencionado tiene que ver con algo importante: Free Guy es una representante perfecta de los tiempos que corren. La película no acepta bajo ningún concepto la violencia, los conflictos, el drama, pero tampoco puede aceptar la melancolía, la angustia existencial, el dolor. Entonces tuerce el guión para que todos, excepto el villano, encuentren un camino que les evite los sinsabores de la vida. Un final feliz es más que aceptable, pero siempre y cuando la historia tenga lógica en esa dirección.
Representante absoluto de la cultura pop y homenaje a los videojuegos, la película no puede evitar ser algo sentenciosa y condenar lo más potente de su narración. De criticar la apología de la violencia desmedida en los videojuegos a querer anularla por completo hay un largo camino. Las escenas de acción son espectaculares, pero al final de la película nos dicen que no habrá más. Un mundo mejor para los personajes, pero mucho menos interesante para los espectadores.