CRUCE DE CAMINOS
G.I. Joe (G.I. Joe: The Rise of Cobra), el nuevo film de Stephen Sommers, se encuentra en un punto en el que confluyen líneas distintas. No parece ser un punto de llegada ni un punto de partida, parece más bien un cruce de caminos. Poco importa, a la hora de evaluarla como película, si está basada en los personajes de los famosos juguetes, o en la experiencia de otras adaptaciones a la pantalla y otros medios. Sí hay que ser rigurosos y exigentes a la hora de pensar en cómo funcionan las casi dos horas del film y en cuáles son sus verdaderos méritos. Muchos de los estrenos del verano norteamericano forman parte de una saga o, evaluados desde otro lugar, parte de una franquicia. La certeza de la continuidad de un éxito ha producido en la última década una tendencia a que los films que inician una serie tarden mucho en arrancar y no tenga un cierre realmente definitivo o fuerte. Es por eso que hoy, el viejo comentario de que “las segundas partes nunca fueron buenas” debería convertirse, sólo en estos casos, en “las primeras partes nunca son buenas”. El problema es que si la primera parte no vale la pena, se hace arduo o poco razonable esperar la secuela. ¿Quién decide entonces que un film insatisfactorio tenga una secuela? La taquilla, por supuesto. Esta inversión de prioridades suele producir malos resultados, pero no siempre. Se podría decir, por ejemplo, que un film bueno, pero incompleto, como Batman inicia, nos permitía aventurar una gran segunda parte. Y así fue, incluso por encima de cualquier expectativa. Pero de todas maneras, cada película debe enfrentar sola su propio destino y no se puede vivir de una constante dependencia entre films. G.I. Joe tenía a priori como máximo punto de interés la figura de su realizador: Stephen Sommers. Sommers ha construido una sólida e interesante carrera que captaba en cada título un fuerte espíritu folletinesco, vinculado con la literatura de aventuras decimonónica y el cine del Hollywood clásico, y en particular, el cine clase B. Adaptaciones de Mark Twain (Huck Finn) y Rudyard Kipling (El libro de la selva) realizadas para chicos, aunque bastante complejas y nada lavadas, auguraban un gran futuro. Aguaviva, una pequeña joya que pasó casi sin pena ni gloria por los cines, era el mejor ejemplo de las posibilidades del director. Con aires simples y directos que remitían al mismo tiempo a Howard Hawks, Jack Arnold, John Carpenter o James Cameron, Sommers era puro pulso narrativo y placer de cine de géneros. Hasta sus actores parecían sacados de esos films que nunca reciben premios, pero que poseen un espíritu de entretenimiento cinematográfico. La apuesta subió y Sommers hizo dos films de puro mainstream: La momia y La momia regresa. Todo lo bueno del director seguía intacto y se potenció. La aventura en estado puro. Cinco buenas películas, cada una más ambiciosa que la anterior, fomentaron la esperanza de un realizador fundamental del cine actual. Y aunque nadie le quita lo filmado, Van Helsing es, a pesar de sus muchos méritos, un film fallido, borroneado, confuso. Toda la iconografía de la novela gótica transformada en una propuesta barroca, pero no efectiva. El término pastiche, que se refiere a personajes famosos que protagonizan historias apócrifas, se aplica a este film, que mezcla todo pero no suma nada. Luego Sommers, que también fue guionista y en algunos casos productor de los films mencionados, se llamó a silencio por un tiempo, para volver aquí con este proyecto que no parecía tener mucho de su mundo. Y el hecho de que aquí, por primera vez, no sea guionista, es una señal de que hay un espacio en donde él no participó. Su ausencia se siente en los diálogos, en los personajes y en varias situaciones. Como en Van Helsing, el film tiene buenas escenas, en particular: la perfecta persecución en Paris, pero el balance es negativo. No es fácil encontrar subtextos ni tampoco la moral heroica de sus títulos anteriores. Sólo algunos momentos de melodrama le dan fuerza a la historia, y la acción, sin ser sangrienta, tampoco es para chicos. Al final, cuando no hay final, la historia no produce deseo de seguir adelante viendo más. Esperemos que Sommers, como se rumorea, se acerque a la adaptación de Tarzán, la novela de Edgar Rice Burroughs. Si los destinos de G.I. Joe y el director se cruzaron, esperemos que cada uno tome, a partir de ahora, su propio camino.