Gambito de dama (The Queen´s Gambit, 2020) es una miniserie de siete episodios cuya protagonista es una niña prodigio del ajedrez que se termina convirtiendo en una jugadora extraordinaria de nivel mundial. Beth Harmon es una niña huérfana criada en un orfanato. Allí es donde a los nueves años descubre que el conserje del establecimiento juega al ajedrez en el sótano. Ella le pide que le enseñe y desde el comienzo demuestra tener un talento fuera de serie. Sin saberlo, ese será el comienzo de su carrera como ajedrecista. Estamos en la década del cincuenta al comienzo de la serie. Su esplendor como jugadora será en la década siguiente, cuando Beth (Anya Taylor-Joy), ya adoptada, comience a competir en torneos y a brillar definitivamente.
La miniserie tiene como acierto principal ser una historia deportiva de manual sin que se note en un comienzo que lo es. Las películas y programas deportivos suelen ser menospreciados por la manera visceral con la que conectan con los espectadores y su genuina pero simple forma de tratar los temas. Podríamos citar cientos de ejemplos, pero poco a poco iremos comparando Gambito de dama con algunos de ellos. La ambientación de época y el tener en el centro de la trama al ajedrez le otorga un aire de prestigio y seriedad que por suerte no es ni solemne ni pretencioso. La protagonista es un personaje con el cual es fácil identificarse y el deseo de los espectadores es el triunfo y su felicidad de Beth. Todos hallazgos del más puro cine clásico deportivo.
Durante los siete episodios vemos los traumas que la protagonista debe sobrellevar, incluida la muerte de su madre. En el orfanato el uso de píldoras para las internas la termina convirtiendo en adicta y más tarde el alcohol que comparte con su madre adoptiva sumará más problemas a la vida y la carrera de Beth. Se necesita drama, no solo deportivo, sino también de otro tipo, para que sigamos a Beth y atravesemos su crecimiento juntos. Su condición de persona obsesionada por el ajedrez como refugio y al mismo tiempo espacio de desarrollo personal será trabajado de forma impecable en la miniserie. Por suerte el guión nunca se lanza hacia la crueldad ni el exceso, toda la energía está puesta la figura protagónica y las presencias mayormente positivas que la rodean. No se trata, a pesar del dolor y la tragedia, de un relato oscuro o deprimente.
El personaje principal tiene una obsesión que la lanza hacia adelante. Es uno de esos personajes del cine y la televisión definidos por algo que los apasiona y los obsesiona. Como un personaje de Kathryn Bigelow, más exactamente los de Point Break o The Hurt Locker, Beth se encuentra en el ajedrez. En pensarlo, imaginarlo, jugarlo, estudiarlo, repasarlo. Incomprensible para muchos, destructivo en ocasiones, pero un motor poderoso imposible de detener. “La vida no es solo ajedrez” le repiten una y otra vez. Beth podrá descubrir que esto es cierto, pero la frase no entiende hasta que punto una pasión como esa puede convertirse en la columna vertebral de una vida. Tal vez la enseñanza que ella debe aprender es la contraria, que el ajedrez es la vida y que ella es dueña de un talento que no depende más que de ella.
La serie no es sobre ajedrez sino con ajedrez. Así como Rocky no es sobre boxeo o El Karate Kid no es sobre artes marciales. Si fuera sobre ajedrez, solo quienes lo juegan en serio podrían sentirse atraídos. Los expertos podrán sentir la necesidad y la alegría de discutir elementos del ajedrez a partir de la miniserie. Los habrá felices y también enfurecidos. Pero la serie busca un público mayor. Uno que logre entender la trama, que sienta lo que les pasa a los personajes y pueda interpretar, aun sin jugar al ajedrez, que es lo que pasa en la historia. Gambito de dama lo logra con creces. Bruce Pandolfini y Garry Kasparov fueron consultores técnicos, por si a alguien le interesa saber. La miniserie sabe como impactar en otros niveles. En la música, en la puesta en escena, en el vestuario espectacular que dice mucho sobre el personaje y nos condiciona también a los espectadores. En la mirada de la protagonista, que nos puede convencer de lo que pasa en cada partida con su rostro.
Algunas cosas sobre la trama serán anticipadas aquí, quien no haya visto la miniserie y no quiera saber como termina, puede dejar de leer acá. La escena culminante del último partido tiene el remate que todos esperamos, como la grulla en el final de El Karate Kid, pero con las piezas que ella visualiza (y nosotros también, ese es el chiste, porque nadie más las ve). Es el golpe maestro que no entendemos en el tablero, pero sí en las imágenes. También es el triunfo de ella con respecto a las pastillas. Hasta ese momento no se sentía segura de poder realizar ese remate. También es como Rocky peleando en la Unión Soviética, aunque no le hace caso a ninguna causa política, pelea por ella, por el ajedrez, como diría, irónicamente Ivan Drago en Rocky IV. La alegría que produce la miniserie es como la de las películas mencionadas. El furor por el ajedrez que produce se hizo sentir en estos meses, donde muchas personas se acercaron por primera vez o volvieron a jugarlo nuevamente debido a la miniserie.
Hemos visto luchar a Beth y nos alegra su triunfo en todos los aspectos. Ha dejado de ser un freak solitario, tiene amigos que la sostienen y están con ella. Se ha ganado el respeto de todos, ha dejado de ser un error, como le dijo su madre en el peor momento de su vida. A lo largo de la trama la cámara ha seguido a la protagonista con movimientos espectaculares que la muestran desplazándose por los diferentes ambientes donde vive y donde compite. Sigue sus movimientos y las metáforas obvias, pero no molestas acerca de su condición de reina terminan en ese final en las calles de Moscú donde está vestida como si fuera la pieza del ajedrez, insistiendo en que se puede mover en cualquier dirección. Que el mundo es un tablero ha sido dicho desde siempre por todos aquellos que aman el ajedrez o han escrito sobre él. En esa escena final, ella lo ha conquistado.