Las películas deportivas son todo un género en sí mismo. Tienen un efecto movilizador tan potente que es difícil mantenerse indiferente frente a ellas. El esquema más feliz de este género es el underdog, lo que en castellano podríamos llamar el tapado, el que tiene menos chances de lograr el éxito o la victoria. El deporte es algo maravilloso en sí mismo, pero en la ficción, con un guión que contenga una buena historia, la emoción es incomparable. Garra (Hustle, 2022) es un exponente espectacular de este género, uno que respeta las reglas y también fuerza algunos límites. Es previsible y original al mismo tiempo. No es nueva, pero se ve así en muchos momentos.
Adam Sandler interpreta a Stanley Sugerman, un cazatalentos que busca jugadores por todo el mundo para sumarlos al equipo en el que trabaja en la NBA. Tiene un ojo clínico para descubrir quienes sirven y quienes no, no importa lo que parezca a primera vista o lo que intenten venderle. Es un experto total que lleva una vida agotadora, más lejos de su esposa y su hija de lo que él quisiera. Cuando finalmente parece que se convertirá en asistente de entrenador, un giro inesperado lo lleva a tener que seguir viajando. En España, fuera de las canchas de la liga, descubre a un jugador que parece un fuera de serie: Bo Cruz (Juancho Hernangomez). Pero no es un profesional, es un obrero de la construcción que se ha alejado de las competencias oficiales y solo juega por dinero en el barrio. Contra todo pronóstico y autorización, Sugerman cree que debe apostarlo todo a él. ¿Será una elección correcta o significará un desastre para ambos? Una historia de underdog hecha y derecha. Ambos, el cazatalentos y el jugador, quieren una segunda oportunidad, otro gran tema del cine norteamericano, otro gancho irresistible para cualquier espectador con corazón.
Los actores del elenco se dividen entre las estrellas verdaderas de la NBA (las que hacen de sí mismas y las que interpretan a otro) y los actores profesionales, como Adam Sandler, Queen Latifah, Robert Duvall y otros. La película los mezcla con una soltura brillante, jugando con los límites entre la más guionada de las ficciones y los recursos del documental. Hay miradas difíciles de actuar en una cancha y por supuesto nadie puede fingir jugar al básquetbol si no lo practica, mucho menos a nivel profesional. La película tiene una particularmente destacable habilidad para narrar momentos de tensión en la cancha, con algo más que un montaje vertiginoso. Permite entender que se mira y que se vive en los momentos más importantes. Se nota que todos los que participaron entienden lo que pasa en un juego. Todo esto hace que Garra sea una película deportiva por encima de la media, con la capacidad de sorprender y emocionar aún en un género tan saludablemente previsible.