Me cae bien Antonio Banderas, pero me caería aún mejor si no hiciera películas de El gato con botas. Esta segunda película de cine (hubo desviaciones televisivas) con su voz puesta al servicio del personaje de cuentos de hadas derivado en este caso de Shrek tiene ganas de no ser la última. Pero atendamos un problema a la vez. Esta tardía secuela sabe que los tiempos han cambiado y trae, cómo única novedad interesante un cambio estético poco habitual. La animación se arriesga un poco más y sale y entra del estilo que tenía la película original.
El Gato con botas descubre que ha dilapidado ocho de sus nueve vidas y la muerte va a buscarlo. Dentro de los chistes obvios y tontos, el costado siniestro de la película es lo que le da un impulso inicial al relato y posterga un rato el esperado aburrimiento rutinario de las secuelas. El gato con botas: último deseo (Puss in Boots: The Last Wish, 2022) solo se destaca por las dos cosas mencionadas y luego es repetir lo conocido y buscarle algo nuevo para justificar el pago de otra entrada. Busca ganarse el corazón cinéfilo con una fuerte influencia de El bueno, el malo y el feo (The Good, the Bad and the Ugly/Il buono, il brutto, il cattivo, Italia, 1966) no solo en pequeños guiños sino en muchos elementos de la trama. También tiene a un personaje estilo Pepe Grillo cuya voz (sólo en el original) es la imitación perfecta de James Stewart. Agradecidos por ese detalle, sin duda, pero aunque los cinéfilos somos fáciles de enganchar, tampoco somos tan pero tan fáciles de enganchar con esas referencias si no están en una buena película.
Mejor que la anterior, tal vez peor que la que viene, ya es hora de replantearse esta idea de seguir evaluando el cine por número de secuela. La dos es mejor que la uno, la tres es tal cosa, la cuarta se pierde pero la quinta es genial. Fuera de eso, no hay mucho más interesante para decir sobre esta película.