La secuela de Escalofríos (2015) es un caso de manual para las secuelas. Baja en el nivel del casting, presencia muchísimo más breve de la estrella Jack Black, ideas repetidas, desgaste del chiste de base. Aquí los tres protagonistas tienen en sus manos un libro escrito por R.L. Stine y toman la equivocada decisión de abrirlo. El muñeco Slappy cobra vida en Halloween y el cuento se vuelve realidad en una fecha en la que sobran toda clase de personajes del universo del terror. La película original era una genuina declaración de amor por el género. Aquí parece una canto a Halloween con sabor a poco. Una historia muy pequeña, posiblemente demasiado para un largometraje. Para chicos poco exigentes y con poco cine encima. Una secuela que apagó cualquier chance de un tercer film.