Los hermanos Altman se ven obligados a reunirse tras la muerte de su padre. Cumpliendo la última voluntad de éste, tendrán que vivir una semana bajo el mismo techo junto a su madre. Ella les dice a sus hijos que su padre, aunque ateo, quería que hicieran una práctica judía conocida como la Shiva, un período de luto de siete días observado después del entierro. El propósito de la Shiva es reconocer, en lugar de reprimir, los sentimientos de dolor y tristeza. Pero no es solo el luto lo que traen cada uno de los cuatro hijos a la casa de su madre Hillary (Jane Fonda).
Judd (Jason Bateman) se ha separado de su mujer luego de descubrir que tenía un romance con el jefe de él. Wendy (Tina Fey) que tiene un hijo de tres años y atraviesa una no asumida crisis matrimonial. Paul (Corey Stoll) el hermano mayor que busca ser padre desde hace tiempo pero tanto él como su esposa no han logrado que esto ocurra. Y Phillip (Adam Driver), el más joven e inmaduro, que llega al velorio junto con una nueva pareja y diciendo, de forma poco creíble, que ha madurado.
A este elenco de elite se le suman varios secundarios del mismo nivel, como Timothy Olyphant y Rose Byrne, para conformar un posible dream team de comedia. Sin embargo no alcanza con eso para que la película encuentra finalmente la vuelta de tuerca que la saque de la rutina y los lugares comunes de esta clase de comedias. A medida que avanza la trama la promesa de una gran película se va deshaciendo y solo la cortina de humo de ver tan buenos actores nos permite distraernos y llegar hasta el final. Tina Fey y Jason Bateman manejan un timing de comedia que es de otro planeta. Aunque Tina Fey ya tiene el reconocimiento que se merece, es hora de renocer que Jason Bateman es uno de los mejores y más sutiles actores de su generación. Estos son los elogios finales para una comedia que prometió mucho pero apenas su cumplió con algunas cosas.