Heart of a Dog (2015) es un largometraje documental escrito, dirigido y producido por Laurie Anderson. Para quienes no la conocen, Anderson es una artista de vanguardia, compositora, intérprete, poeta, dibujante, escultora y también cineasta con una larga trayectoria que comienza a fines de los sesenta y llega hasta la actualidad. En el mundo de la música ha sido pionera en la música electrónica y ha inventado varios dispositivos que ha utilizado en sus grabaciones y espectáculos. Su primer disco fue Big Science (1982) y su fama llegó a su punto más alto con Home of the Brave (1986) un concierto que se transformó en documental y cuya banda de sonido, que incluía tres temas grabados en estudio, dieron la vuelta al mundo. Strange Angels (1989) fue, proporcionalmente, su disco más convencional.
Esta pequeña introducción es para explicar uno de los aspectos de Heart of a Dog, un documental experimental que mezcla todas las habilidades de Laurie Anderson y a las que hay que sumarle su enorme capacidad como contadora de historias. Estos setenta y cinco minutos son una combinación de temas que van encontrando poco a poco su rumbo mientras se entrelazan es una obra asombrosa desde lo visual pero particularmente emocionante desde su contenido. El núcleo central está ubicado en el retrato que Anderson hace de su querida perra Lolabelle. Se trata de una rat terrier que protagoniza el documental desde el inicio y hasta el final, mientras que la directora desvía las historias sobre su perra para ir y venir sobre otros temas y personajes.
Anderson, con su habitual espíritu budista, mezcla el dolor y la tristeza que significa hablar sobre el final de su querida mascota con su excéntrico sentido del humor y una mirada finalmente feliz e iluminada del universo. Cuenta en paralelo la muerte de su propia madre, la vida en Nueva York después del atentado terrorista del 11 de septiembre del 2001, y se reserva para el final un conmovedor homenaje a otro ser querido que partiera en la misma época. La habilidad de Anderson para moverse por todos estos tópicos es notable. La puesta en escena experimental, las citas a filósofos, artistas y la capacidad para sorprender la encuentran aquí en su mejor forma y estilo. La película es un ejemplo perfecto del universo artístico e intelectual de ella. Pero aún con sus muchas capas y recursos estéticos complejos, Anderson logra un nivel de emoción conmovedor. Una reflexión sobre la vida y la muerte que convierten a Heart of a Dog es una pequeña obra maestra de visión imprescindible.