El origen mitológico del nombre Hékate evidencia una intención de darle a la historia algo más profundo y trascendente que su desarrollo básico y de trazo grueso. No será la mitología ni sus diosas quien salve a esta película de su falta de interés, ritmo y complejidad. Un clásico film del género violación y venganza que empieza de forma absolutamente ridícula y forzada, con una falta de brío para entender la narración cinematográfica que hace esperar lo peor. Pero ese inicio mal armado se vuelve un poco curioso -posiblemente por lo mal escrito y lo mal actuado se vea raro- cuando la escena inicial se extiende y explota en el conflicto de abuso y violencia de género que dispara todo el film.
Dos mujeres unidas por el azar emprenden un viaje de venganza que ni ellas mismas saben a dónde terminará. Las imágenes iniciales parecen referir a una ceremonia pagana o un aquelarre, en el viejo estereotipo ultra machista de que las mujeres son brujas. Claro que la película es mala, no machista. Su intención es retratar la unión de las mujeres más allá del macho violento, mostrar cómo la unión de las mujeres vengadoras ofrece un nuevo nacimiento, un futuro mejor, una comunidad sin violencia, aun cuando comience con algunos asesinatos. A Thelma & Louise se le pueden reclamar muchas cosas, pero las actrices eran excelentes y carismáticas y la narración arrolladora. Acá todo es agenda ideológica que incluye a un personaje hablando en el patético lenguaje inclusivo, la última moda de los hipócritas que no pelean por un mundo mejor, sino un mundo forzado para su propio ecosistema neofascista. Hékate podría ser acusada de eso, pero primero debería tener algún valor cinematográfico.