Hipnótico es la clase de película que en la década del ochenta solo sería alquilada en un videoclub cuando ya no queda en ningún estreno bueno disponible. El cliente que llega tarde, tiene cinco minutos antes de cerrar y se lleva el bodrio fondo de catálogo que nadie quiere. Esas que se veían feas desde el afiche y la gente le huía como la peste. Con actores de segunda, con títulos que delataban sus limitaciones desde el vamos.
Pero llegó el streaming y ahora estos títulos aparecen al frente, acaparando la atención un par de días. Es eso, dos días de Hipnótico y que pase el que sigue. La protagonista resultará conocida por trabajar en las tres miniseries que hizo Mike Flanagan para Netflix, la última Misa de medianoche. Fuera del mundo de ese director poco y nada ha hecho y este título no la convertirá en estrella tampoco.
Ella interpreta a Jenn, una mujer que en una crisis personal recurre a un hipnoterapeuta, un personaje sospechoso para cualquier menos para el guionista que escribió esta historia. Pronto descubrirá su error, al entender que ese hombre usará su poder para controlarla y poner en riesgo a ella y a sus personas cercanas. La velocidad con la que esta película de ochenta y nueve minutos narra ese proceso no habla de economía narrativa sino de la certeza de haber hecho un mal film y por ende darle prisa, como a todo mal paso.
Con un poco de locura, exceso o algo de humor, la película podría haber encontrado una salida. Con una actriz menos limitada, también. Nada nos importa acá, ni los personajes, ni la resolución del misterio, ni nada. Para cuando terminemos de analizar porque ocupan espacio películas así, seguramente ni los que la hicieron recordarán de que trataba.