No suelo comenzar mis textos contando cuando vi una película. Pero con Howard el pato viene al caso. La vi en cine cuando se estrenó en 1986. Pasó sin pena ni gloria por las salas argentinas y los adolescentes de la década del ochenta, incondicionales de George Lucas, salimos con la sensación de que la película no era muy buena. Sin embargo nos deslumbraban los efectos especiales y los guiños a otros films de aquellos años. El fracaso de público y crítica convirtió a Howard El pato es uno de los fiascos más sonoros de la historia del cine. Hay muchos films peores, incluso en ese año, pero cuando una película demuestra de forma tan clara que no le salió lo que quería hacer, entonces queda más vulnerable que films mediocres pero prolijos. George Lucas no lo podía creer. Estaba invirtiendo todas las ganancias de su vida en el Rancho Skywalker y esta película lo hizo tambalear. El director de Howard el pato, Willard Huyck, concretó acá su segundo fracaso seguido y la contundencia de la caída hizo que se retirara para siempre de la dirección de cine. Lea Thompson, que tenía el mundo a sus pies luego de su trabajo en Volver al futuro, también vio seriamente golpeada su carrera. Con su inconfundible sentido del humor Mel Brooks dijo al contratar a Ed Gale (quien estaba dentro del traje de Howard) para Spaceballs (1987): “cualquiera que haya trabajado en Howard el pato es bienvenido en mi película.”
En un lejano planeta parecido a la Tierra, la evolución no ha sido a partir del mono sino del pato y pato antropomorfos han construido un universo muy parecido a nuestro planeta. Debido a un error de un laboratorio espacial, uno de esos patos es transportado a la Tierra desde el living de su departamento. Su nombre es Howard. Ya en nuestro planeta, más específicamente en Cleveland, Ohio, entabla una amistad con Beverly (Lea Thompson), la vocalista de una banda de rock que toca en bares. A ella le cuesta aceptar al extraño pato humanoide, pero como él la ha salvado de un asalto termina llevándolo a vivir con ella.
El conflicto de la película, no el del guión, el conflicto total de la película, tiene que ver con el tono. Howard el pato es un comic creado por Steve Gerber y Val Mayerik 1973. Su tono es de sátira y siempre se mantuvo en un camino personal. En 1986 la discusión entre comic y película no era tan intenso como ahora y el personaje no era tan conocido. Pero algunos elementos que producen el ruido en la película sin duda deben provenir del personaje original y los criterios con los cuales se hizo la película. Cuando nos presentan a Howard lo hacen como si fuera un film noir. Su departamento solitario, la luz del ambiente, el tono adulto aunque ridículo de este pato adulto, interesado en fumar cigarros, tomar alcohol y conseguir eventuales parejas para el sexo. Mira una revista con patas desnudas y llevan un condón en su billetera. Creo que con esos elementos no solo es un personaje raro por ser pato, sino porque hoy casi ningún otro personaje de comic llevado a la pantalla en Estados Unidos es tan adulto en sus comportamientos.
Ese tono es un poco raro pero funciona en esos minutos. Claro, Howard es un pato que se mueve como humano y viste como humano también. Se le nota su naturaleza de enano o niño disfrazado y eso lleva un tiempo para acostumbrarse. Al llegar a la Tierra y al aparecer Beverly con su banda bien de los ochentas se empiezan a mezclar las cosas. Se mantiene el elemento adulto pero empieza la comedia infantil. El ruido entre ambas cosas será permanente. Y no es solo el tono, sino la puesta en escena lo que es incoherente y ridículo. Elementos solo para adultos mezclados con un pato corriendo a lo tonto y participando de peleas sin realismo alguno se sostienen un poco más porque Lea Thompson aporta oficio y carisma, aunque convertirla en sex symbol tampoco termina de cerrar en la película.
Pero toda la paciencia y deseo de que las cosas funciones se derrumban en el último tercio de la película. Una vez instalado el villano, otro ser que fue traído de algún otro lugar del espacio, también por error, no hay una sola cosa que funcione. El estudiante de ciencias interpretado por Tim Robbins pertenece a la parte infantil de la película, aunque se supone que es el alivio cómico de la historia. El siempre profesional Jeffrey Jones, como el Dr. Walter Jenning, quien será poseído por la criatura antes mencionada, pone más de lo que merece la película pero queda sepultado en docenas de efectos especiales. Ahí la película pierde por completo el rumbo, porque busca ser una película de acción con un supervillano y no es más que una serie de secuencias ya antiguas para aquel momento.
George Lucas, abrumado por el fracaso de este film dirigido y escrito por dos queridos colaboradores suyos, quiso siempre defender a la película. Llegó a declarar en veinte años sería considerada una obra maestra. Pasaron más de treinta años y la película sigue siendo considerada una de las peores de aquellos años y en general. El Universo Cinematográfico de Marvel, cuyo éxito descomunal está a la vista, ya hizo un par de inclusiones de Howard el pato en escenas post créditos y algún momento tumultuoso con todos los personajes juntos. A juzgar por el aspecto que buscan darle, es posible que si alguien tiene el coraje de filmar otra película con Howard, el personaje logre finalmente tener un aspecto adulto y absurdo a la vez. Lea Thompson, que desde hace años también dirige, comentó que le gustaría ser parte, tanto delante como detrás de cámaras. Al parecer, Howard el pato le dejó un recuerdo no del todo negativo.