Un sociópata reformado viaja a una isla remota para investigar el misterio detrás de la desaparición de su hermano, pero pronto termina enfrentándose con más de lo que esperaba. Esa es la idea central detrás de esta película de acción clase B protagonizada por Scott Eastwood, hijo del legendario Clint Eastwood. Dylan ‘D’ Forrester tiene un pasado oscuro de violencia, pero luego de un período encerrado ha estado haciendo un tratamiento para calmar sus instintos y reinsertarse en la sociedad. Su médico terapeuta, el doctor Alderwood (Mel Gibson) tiene fe en su recuperación, pero no así la agente Shaughnessy (Famke Janssen). La muerte de su hermano lo llevará a reencontrarse con su familia que lo desprecia, al mismo tiempo que descubrirá que su hermano estaba en una situación de peligro que quizás haya sido el motivo de su muerte.
Instinto peligroso es un título en castellano que recuerda la clase de cine al que pertenece esta película. Producciones de acción sin demasiado rumbo realizadas para un público no tan masivo y cuya necesidad de recuperación de presupuesto es más fácil de alcanzar que un film clase A. En inglés se la encuentra con dos títulos, Wake o Dangerous, lo que tampoco es una buena señal. Su protagonista, Scott Eastwood, tiene un parecido físico con su padre que podría haber sido mejor aprovechado en la historia del cine y la televisión, algo que más tarde o más temprano sucederá, sin duda. Por ahora ha trabajado tanto para su padre como para otras grandes producciones, siempre en roles secundarios, dejando sus protagónicos para estos roles menores. La comparación es inevitable y aquí logra sus mejores momentos cuando le aparece el estilo de su progenitor. Este es un rol particularmente complejo, porque debe mostrar falta de emociones pero a la vez dos estamos, el calmado por los medicamentos y el desatado cuando deja de tomarlos.
La estructura comercial de la película está clara, un actor de segunda línea rodeado de actores conocidos por el público, como los mencionados Mel Gibson y Famke Janssen y a los que hay que sumarle a Tyrese Gibson, un actor que como Scott Eastwood forma parte de la saga de Rápidos y furiosos. El villano lo interpreta Kevin Durand, un actor menor en calidad pero con una carrera prolífica en títulos muy populares, tanto en películas como en series. Pero donde siempre fallan estos títulos es en el guión. La idea de base puede funcionar, pero se deshace en situaciones sin interés, en vueltas sin sentido que mueven a los personajes por las pocas locaciones para generar momentos de suspenso y acción.
Tampoco la dirección y el montaje ayudan. Cualquier espectador bien entrenado reconoce en las primeras escenas que no tendrá una película de calidad. Y lo más importante, la idea de que el protagonista es un monstruo adormecido, tampoco consigue ser explotada como corresponde. Había más matices y momentos para lograr un cambio notable que generara un final eufórico pero no lo buscan o no logran hacerlo. Aun así, y con todas sus limitaciones, Instinto peligroso ya está lista para una secuela, algo que cuesta creer que valga la pena ser visto.