Irrupción (Breaking In, 2018) es una película de los noventa a la que nadie le avisó que pasaron treinta años. Quienes extrañen esos films previsibles, manipuladores, con personajes de trazo grueso y guión forzado hasta lo imposible, acá tienen una linda visita hacia aquellos años locos que se fueron y no volverán más.
Una mujer (Gabrielle Union) lleva a sus dos hijos a pasar el fin de semana a la casa de su difunto padre, localizada en una zona remota. La casa, muy moderna, es una fortaleza con toda clase de dispositivos de seguridad. Cuatro criminales irrumpen en la vivienda en busca de una gran suma de dinero que se supone está allí. La madre queda afuera mientras su hija y su hijo quedan dentro con tres de los delincuentes. La pelea entre la mujer y los criminales será brutal.
Bueno, no tan brutal, tampoco imaginen una película salvaje. Solo una acumulación de lugares comunes y recursos muy viejos. No tan viejos como para producir nostalgia, pero sí lo suficiente como para sentir que es todo conocido. El jefe de los malvados (Billy Burke) es de manual y sus cómplices lo son aun más. El joven que no es tan malo, el psicópata que es más malo que nadie. Solo queda entregarse al juego y disfrutar los momentos de tensión tosca y primitiva para sacar algo de ganancia de este pequeño film. Lo único sorprendente es que esté dirigido James McTeigue, el mismo de V de Venganza (2005) de quien a esta altura queda claro que sus trabajos más importantes fueron bajo la tutela y las órdenes de Lilly y Lana Wachowski.