Adrián Suar no es Tom Cruise. Jaque mate no es Misión: Imposible. Me pesa en el alma ser el portador de tales noticias, pero con la verdad no temo ni ofendo. Tampoco es Los Simuladores, por mencionar un ejemplo local de poco presupuesto pero enorme originalidad y sentido de los géneros. Apostar al cine de acción con las necesidades de producción que este requiere siempre es una fórmula para el fracaso cinematográfico. No necesariamente en la taquilla, sino en resultados artísticos. Esta película, que realiza varios esfuerzos en varios pasajes, podría haber tenido algo de sentido treinta años atrás en el aspecto técnico, pero hoy las películas de acción están muy por delante. Incluso en Argentina, el esfuerzo resulta escaso. Comparado con el cine norteamericano, queda por detrás de una producción de segunda categoría. La palabra clave es justamente esfuerzo en algunos pasajes. Una pelea coordinada con cierta decencia, un par de tiroteos con ritmo, cosas sueltas que incluso en sus logros parciales delatan debilidades de un cine cuyo mayor fuerte no será nunca el montaje vertiginoso ni la puesta en escena con docenas de planos por minuto.
Duque (Adrián Suar) es un agente secreto internacional retirado hace algunos años luego de la traumática muerte de su hermano. El mismo día que su sobrina va a buscarlo a su refugio en medio del delta, un grupo armado ataca la casa y los obliga a fugarse juntos. Duque intenta poner a salvo a su sobrina, pero esta es secuestrada y él, reuniendo a su viejo equipo y volviendo a la acción, deberá realizar un robo para el villano que se la ha llevado si desea recuperarla con vida. La historia es bastante estándar y conocida, lo suficientemente eficiente en manos de un buen guionista y un buen director. Pero acá el guión es tan malo, que la estructura se vuelve menos que cómica en cada secuencia y ni la esperanza de reírnos de lo mala que es nos queda. Jaque mate no sirve ni para burlarse de ella, no alcanza ni el disparate ni el absurdo de aquellos títulos que asumen las limitaciones y deciden divertirse. No, Jaque mate se cree a la altura de Misión: Imposible y ahí es donde pierde toda gracia e interés.
La película es una coproducción entre Patagonik y Amazon Prime Video. Es una versión pobre de las películas de acción de la era del streaming. El primer cartel que aparece no es el del INCAA, que no tiene ningún vínculo con la película, sino el de MGM. Si uno recuerda la historia de la Metro-Goldwyn-Mayer -antes de ser comprada por Amazon en el 2022- un poco de tristeza y nostalgia da. El director es Jorge Nisco, el mismo que realizara Comodines en 1997, la recordada, y no por eso menos mala, película de acción que fue un éxito gigantesco de taquilla. En Jaque mate hay una cita explícita a ese film y su tagline “No lo vas a poder creer”. Es el día de hoy que no lo puedo creer y ahora debo sumarle este otro largometraje. No es casual, que tanto Nisco como Suar, hayan conseguido su mayor éxito policial con la serie Poliladron (1994-1996) porque ambos se sienten mejor haciendo televisión. El guión es de otro experto en televisión, Leandro Calderone y tiene tantas fallas y situaciones mal resueltas que cuesta entender como siguieron adelante con el proyecto. Prácticamente no hay un sola escena que cierre, todas tienen problemas, aunque muchas son de puesta en escena, no sólo de guión. El secreto de las películas de acción, las buenas, es que no haya tiempo para cuestionar lo que está mal. Acá hay tiempo para hacerlo y escribir una monografía entre escena y escena.
Adrián Suar ha hecho cosas buenas y malas. En cine tuvo su mejor momento cuando aceptó la dirección de Diego Kaplan o de Juan Taratuto, con ellos hizo las cuatro películas más logradas de su carrera. En televisión protagonizó y produjo grandes éxitos, e incluso actualmente protagonizó Los protectores, donde se sintió a gusto y realizó una comedia entretenida y graciosa. La pantalla chica le sigue quedando bien y ese trabajo más espontáneo y suelto se ajusta más a su estilo y lo conecta mucho mejor con el público. Pero todo el elenco está incómodo y enredado en escenas ridículas pero no cómicas.
El afán de producción internacional es el momento de mayor expectativa en Jaque mate. La presentación de algunos de los miembros del equipo remiten a esas divertidas aventuras internacionales que tienen mucho para ofrecer. Entre ellas, la aparición de la española Maggie Civantos (Vis a vis y Las chicas del cable) muestra la película que finalmente no fue. También se suma el actor mexicano José Eduardo Derbez (el hijo de Eugenio Derbez) que es un experto en bombas y se lo muestra desactivando una pero, escuchen esto, sin mostrar la cuenta regresiva, el recurso más barato y eficiente para generar suspenso. Y finalmente el israelí Tsahi Halevi (actor de Fauda) que, cómo los otros miembros del team, debe volver a Buenos Aires a toda velocidad para ayudar a Duque. Hay dos miembros más del equipo, Benjamín Amadeo y Charo López (la argentina, no la gran actriz española) que conforman este grupo que se esfuerza sin lograrlo por entretener.
En cuanto al villano, interpretado por Mike Amigorena, simplemente no funciona. No parece malo, se ve completamente amable, contemplativo y abierto al diálogo. No asusta, no intriga, no interesa, no está bien. Sin villano, con logros parciales en las escenas de acción, con situaciones insólitas entre previsibles y mal ejecutadas se van los 105 minutos más largos del año en el que alguien vea esta película. Los chistes no son buenos en general, pero además son pocos. Toda la parte dramática y emotiva es para verla desde la última fila del cine tapándose la cara o desde la silla más alejada del televisor cuando dentro de poco llegue al streaming.