Judy, biografía cinematográfica que cuenta la última serie de conciertos de la actriz y cantante Judy Garland en Londres, se mueve por todos los lugares comunes conocidos del género pero a la vez funciona como homenaje a una de las artísticas más talentosas del Hollywood clásico. Una actriz que sufrió en silencio todos los maltratos de la industria al mismo tiempo que brillaba en la pantalla grande, la televisión y los escenarios. La narración del presente funciona mucho mejor que los flashbacks de la década del treinta donde recuerda, entre otras cosas, el rodaje de El mago de Oz.
Judy Garland merece siempre una reivindicación y el cine parece aquí intentar saldar parcialmente esa deuda. La película, lamentablemente, no tiene mucho vuelo y solo funciona por acercarse al personaje y subirse sobre su fama y su triste historia personal. La actuación de Renée Zellweger como Judy Garland se suma a la insufriblemente extensa fila de actores y actrices desesperados por imitar a alguien en una película. Los resultados podrán ser dispares, pero la catarata de premios que reciben muestra a las claras que estos papeles son buscados con ese único fin. Zellweger cumple correctamente con su rol, pero es la historia de Garland, no sus morisquetas imitándola lo que nos emociona al final de la película.
Judy Garland, grande, incomparable, brillante, una artista que merece este homenaje y muchos más, es recuperada de alguna forma y para quienes no la conocen su figura se acrecienta. Verla recreada en un escenario conmueve y más allá de la imitación buscando premios, al final uno se mete en la historia. La de Judy Garland es, después de todo, una gran historia.