Peliculas

JUEGO MACABRO

De: Kenneth Branagh

LOS DUELISTAS

Juego macabro (Sleuth, 2007) es una remake de Juego mortal (Sleuth, 1972) de Joseph L. Mankiewicz, con Lawrence Olivier y Michael Caine, una humorada de suspenso, un ejercicio de autoconsciente barroquismo llevado adelante con todos actores completamente desatados. Ambos films se basan en una obra de teatro, y el guión de la nueva adaptación lo ha escrito –nada menos que– Harold Pinter. El director de la remake, Kenneth Branagh, debe enfrentarse desde el comienzo al dilema típico de estos films: la puesta en escena que evite la asociación con el teatro en un sentido negativo. Branagh no le teme al teatro, pero sabe que los espectadores actuales se relacionan con el lenguaje cinematográfico de otra manera. Es así que el realizador se sumerge en una puesta en escena recargada, absurda, más autoconsciente que la versión original y llena de pequeños e ingeniosos trucos visuales que, sin alterar una narración lineal y continua, se permite jugar de todas las maneras posibles. El juego arranca fuerte para salir al cruce del espectador, capturar su atención y convencerlo del forzado esquema que está pronto a ver. Luego, justo en la mitad, se detiene y comienza una segunda vuelta que, para el espectador que vio la película original, no tiene el más mínimo interés. Finalmente hace un remate que aunque sin demasiada fuerza igual entretiene. El film narra la historia de un marido que se reúne en su casa con el amante de su mujer para tratar el divorcio entre él y ésta última, trámite que el amante viene a reclamar. La mujer, queda claro, está fuera del film y su ausencia se torna pesada, al punto que resulta un tanto molesto, pues los personajes terminan por parecer dos hombres jugándose la posesión de un objeto sin personalidad propia. Tal vez haya en eso un tema, pero desde la estructura dramática parece una metáfora más del teatro que del cine. Una casa moderna con ingeniosas variantes de espacio y luces –nuevamente asociables al teatro–busca entretener al espectador, como también los monitores y otros detalles visuales. Pero en el balance final, todo parece estar destinado a dos cosas: disimular que se trata de una historia nacida para un solo decorado y hacer todo lo posible para que los espectadores no descubran una vuelta de tuerca que es muy difícil no adivinar. Ambas misiones se llevan toda la energía del film y la convierten en una experiencia superficial, carente de toda vitalidad o interés.