EN LA CUERDA FLOJA
Errol Babbage (Richard Gere) es un agente federal, especialista en delitos sexuales, encargado de supervisar a quienes se hallan en libertad bajo palabra. Como consecuencia de que sus conductas se volvieron cada vez más ambiguas, ha sido retirado de su cargo. Su reemplazante es entonces la joven Allison Laurie (Claire Danes), a quien él debe enseñarle los secretos del oficio en los pocos días que le quedan de trabajo. Pero Errol no es un simple agente veterano, sino un ser quebrado, obsesionado con un crimen que no pudo anticipar. En una brillante construcción de personaje, Richard Gere se convierte en el rostro ideal, intencionalmente veterano y amargo, deja entrever que su recorrido por la oscuridad lo ha dejado demasiado comprometido como para salir indemne de su tarea. Su obsesión se potencia cuando comienza a sospechar que una joven que se halla desaparecida puede haber sido secuestrada por uno de los criminales a quien él debía vigilar.
Andrew Lau, nacido en Hong Kong en 1960 y director desde 1990, había sorprendido al mundo con el film Asuntos infernales (Infernal Affairs/Mou gaan dou, 2002), del cual dirigió dos secuelas y cuya remake realizara Martin Scorsese, en el 2006, con un gran éxito de taquilla y varios Oscars, incluyendo Mejor director y Mejor película. Lau también dirigió Confession of Pain (Seung sing, 2006), film del que a su vez se está planificando una remake. Lau forma parte del gran caudal de directores de género que posee el cine oriental actual, con un estilo visual personal y un buen ojo tanto para el espectáculo y la taquilla, como para el cine de autor y los grandes temas. Justicia a cualquier precio (The Flock, 2007) es su primera experiencia en Hollywood y, aunque Lau fue el productor del film, no le faltaron inconvenientes durante el rodaje. Es interesante resaltar que la estética melodramática clásica se convierte aquí en un estilo de cortes abruptos y movimientos y efectos de cámara harto reconocibles de un thriller a otro. De Lau queda, sí, el estilo melancólico de los protagonistas, su oscuridad y su amargura. También, la difusa línea entre el bien y el mal en la que habitan los héroes de sus films y la forma en que esto los atormenta a medida que avanza la trama.
Aun estando lejos de ser una obra maestra, la película nos sumerge en un submundo de delitos sexuales que genera angustia y desolación. Poco rastro queda del placer sexual o del afecto en una historia que muestra el lado más oscuro de la condición humana. La suma de atrocidades que el film enumera, la maldad de esos seres que abusan de otros, que destrozan vidas, que secuestran, violan, mutilan o asesinan con la excusa del placer sexual, resulta tan abrumadora que no es difícil entender la oscuridad definitiva en la que vive Errol a esa altura de su existencia. Aunque sea capaz de dejar un legado y pasar la posta, se puede adivinar que el precio que debe pagar por acercarse tanto al abismo es el de haberse caído en él. Y en definitiva quien lo reemplaza parece estar destinado a ocupar su lugar en todos los sentidos. Como en los otros films de Andrew Lau, los protagonistas cargan con su destino sin quejarse, casi con resignación. Son personajes trágicos, cuyos méritos son despreciados y cuyo dolor permanece oculto en su solitario silencio.