Libros

JUSTICIA CIEGA

De: Bruce Alexander

SU PRIMER SALUDO EN EL ESCENARIO

En el folleto de promoción de Justicia ciega, el libro que aquí comentamos, se reproduce un fragmento de una crítica publicada en el “Chicago Tribune”. “Charles Dickens y Arthur Conan Doyle saludan desde el cielo literario las maravillosas novelas de Bruce Alexander protagonizadas por sir John Fielding” No usaremos esa expresión para exigirle a su autor, Bruce Alexander (seudónimo que utilizó Bruce Cook para realizar esta serie), que se ubique a la misma altura de estos dos gigantes de la literatura, pero sí cabe reconocer que la conexión es innegable. John Fielding es un magistrado cuyo talento deductivo está claramente inspirado en el impar Sherlock Holmes, detective traído al mundo de la ficción en 1887 por Arthur Conan Doyle. Fielding es ciego –lo que convierte a su poder deductivo en un hecho aun más extraordinario–, un verdadero personaje con un costado de divertida exageración. Exageración que mantiene la misma lógica de los grandes narradores. El lector acepta al personaje tal cual es retratado, y las reglas del juego quedan marcadas en su primera y brillante intervención en ésta, la primera novela de la saga. En lugar de Watson –la casualidad quiere que el autor se llame Bruce, casi tocayo de Nigel Bruce, el más grande Dr. Watson de la historia del cine– acá el ayudante es un joven huérfano llamado Jeremy Proctor, un claro personaje dickensiano que viaja a Londres cuando su único pariente –su padre– muere injustamente en el cepo, víctima de un pueblo intolerante. El magistrado y el adolescente de trece años se convertirán rápidamente en un dúo tan carismático como efectivo. Ahora bien, haciendo una evaluación más exhaustiva de la obra, debemos aceptar una contradicción: si bien, Alexander no es ni Conan Doyle ni Dickens, sin embargo, serán quienes más gusten de la prosa de estos dos escritores, aquellos que más disfruten las historias que combinan elementos de ambos autores. Sin una prosa tan compleja, sin la perfecta fluidez de los maestros, Alexander cumple, igualmente, con todo lo que se propone, y entrega una novela “como si fuera de”, aportando personajes nuevos a un género ya conocido. Un Londres del siglo XVIII muy bien construido, con sabrosos apuntes de realidad y un clima tan respetuoso de la tradición como fue posible. Frente a la imposibilidad de que aparezcan nuevas novelas de esos escritores convertidos en clásicos, y sin caer en lo que se conoce como pastiche –historias apócrifas de grandes personajes de la literatura-, Bruce Alexander nos permite visitar un universo que nunca dejará de ser atractivo y lo hace con pericia y profesionalismo. Justicia ciega –un título un poco obvio del que la novela por suerte sale airosa– es un libro que no busca ser lo que no es, ni mezcla erudición con marketing, ni se olvida de aportar un irresistible entretenimiento; es un libro de género que no se avergüenza de ello. No faltará, asismismo, quien logre encontrar en este notable juez a uno de esos magistrados encantadores y de criterio bien personal que retrató John Ford en algunos de sus films, incluso en su melancolía y el amor por su mujer enferma. Lejos de la sordidez o del shock de muchos policiales modernos, este libro es la elección ideal para leer intercalado entre los ya consagrados de Arthur Conan Doyle y Charles Dickens. De la misma forma que un film “como los clásicos” no nos impide saborear, una y otra vez, de los originales.