Un joven británico llamado Ben y Tina, su novia norteamericana, tienen en común la obsesión por buscar lugares extraños abandonados para compartir en redes sociales sus hallazgos. Con una cámara GoPro y un dron, buscan ser populares con los videos que suben. Es con ese afán que deciden ir a Francia a buscar un lago formado sobre un pueblo que ha quedado sumergido, pero al llegar descubren que se ha vuelto un lugar lleno de turistas sin nada extraño. Cuando están decididos a abandonar la misión, un hombre local, Pierre, les dice que en un lugar recóndito del mismo lago pueden encontrar una casa que ha quedado completamente sumergida y en buen estado de conservación. Aceptan que los guíe y luego de dejar su vehículo y caminar dos kilómetros más, llegan a donde está la casa. Se sumergen y bucean mientras filman lo que van encontrando, pero pronto descubren que hay algo raro en la casa, que todo está demasiado bien conservado y que los que vivían allí guardaban un secreto horrible. Ben y Tina pasarán de la curiosidad al terror al descubrir que tal vez hayan caído en una trampa sin salida.
Esta coproducción entre Francia y Bélgica hablada en inglés y francés, busca construir un relato claustrofóbico a partir de una idea ingeniosa más de puesta en escena que de guión. Pero el chiste de dos personas recorriendo una casa sumergida con sus cámaras y sus linternas se agota rápidamente y desde lo visual hay demasiados planos confusos y con poca luz que más que angustia produce fastidio. La disparatada idea que anima a la película y que se expondrá recién en la segunda parte de estos ochenta largos minutos, no se sostiene ni siquiera como diversión. Todo es demasiado forzado y tampoco se puede lograr el objetivo de la película, que es producir terror. Una película con premisa curiosa y desarrollo insuficiente.